El conflicto virtud vitalidad en el cine contemporáneo

Author: B. Rimbaud / Etiquetas:

El conflicto virtud vitalidad en el cine contemporáneo
(caso “Letras prohibidas y “Los soñadores”)


Pienso, que el ser humano es un híbrido, una cosa extraña que nunca termina por identificarse como un animal ni como algo racional y lógico; sino que a veces elegimos acciones basándonos en nuestro intelecto y otras más (la mayoría) en lo que nos es placentero; Platón explica esto, en el Fedro de la siguiente manera:
“Dividimos cada alma en tres partes, y dos de ellas tenían forma de caballo y una tercera, forma de auriga (…) de los caballos uno es bueno y el otro no (…) El que ocupa el lugar preferente es de erguida planta, de altiva cerviz, blanco de color, de negros ojos, amante de la gloria con moderación, seguidor de la opinión verdadera (…) El otro es de toscas articulaciones, de grueso y corto cuello, color negro, sangre ardiente, compañero de excesos y petulancias…”[1]

Claramente podemos observar como en la descripción del primer corcel vemos ejemplificada, metafóricamente, la actitud racional: moderada y amante de la verdad; mientras que, por el otro lado encontramos la parte vital: ardiente amante de excesos. El auriga, finalmente, sería la voluntad, el péndulo que oscila entre ambos extremos.

Regresando a nuestro tema, en el caso de las películas que referiremos, la temática es bastante distinta: por un lado se aborda una interpretación sobre la vida del ya legendario Marqués de Sade, y por otro la situación nos lleva a la Francia del mayo de 1968. No obstante, ambas se interconectan en la temática, pues Eros las inunda con un suave soplo, y trae implícito el conflicto que atañe al humano, per se: razón o vitalidad, virtud o animalidad, el nombre no importa.

En “Letras prohibidas” el representante que encara el papel de lo concupiscente, es sin duda el Marqués, símbolo del instinto a flor de piel al que le basta con respirar y tomar una pluma para dejarse fluir. Transpira la sexualidad. Y solo es capaz de seguir siendo funcional, cuando lo plasma en sus obscenos escritos, que serían el instrumento de perversión para muchos.

En “Los soñadores”, pienso que Isabelle y Theo, representan el lado vital, pues ¿cómo no recordar las escenas en que ambos hermanos yacen juntos en el mismo lecho? Además, la desnudez compartida como signo de ese regreso a lo primigenio, a lo primitivo. El instrumento con el que se racionalizaran o pervertiraran (su vitalidad) será el cine.

Por el lado de la virtud, de lo racional no podríamos pensar en nadie mejor que el abad de “Letras prohibidas”, pero pongo una objeción, el abad es la razón llevada a la locura, donde la negación del individuo hacia una de sus partes lo hace destruirse a sí mismo. Así, creo que el papel de la virtud es mejor representado por Simone, la dulce joven criada entre las monjas. Su devoción hacia la fe y los principios religiosos, hacen que la templanza parezca posible. Pero es así, hasta que lee una de las obras del Marqués que cambia su rumbo.

“Los soñadores” no nos trae un representante tan puro como lo es Simone, pero si lo suficiente para significar el camino racional: Matthew, el joven que se desnuda a escondidas de los hermanos, el que ve con asombro y un poco de repulsión como ambos hermanos duermen desnudos y entrelazados. El Matthew que se niega a tener sexo con Isabelle delante de Theo, que nos trae como recuerdo el tan elevado pudor que, según Platón, hacia posible la sociedad.

Dados los papeles de la obra, que se abra el telón y salga el coro a escena. En un primer momento, en ambas cintas tenemos el conflicto agudizado y en tensión. La virtud, tratando de domar a lo vital, y ésta queriendo volar libre sin ningún tipo de ataduras. Simone entregada a su fe, sin querer siquiera consumar el matrimonio con su esposo, Matthew evadiendo la realidad que le plantea el hogar de los dos franceses.

Por otro lado, el Marqués de Sade, émulo a un rey, bailando en el manicomio y Theo e Isabelle bañándose juntos. Erigiendo un monumento plausible a la vitalidad.

Ante la confrontación tan dura, podemos señalar el vínculo por el cual se va a dar plena fusión de ambos, o cierta perversión de la razón: Justine, la obra de Sade, que cae en manos de Simone quién la lee con avidez. Isabelle, representando a una actriz de cine para posteriormente seducir a Matthew.

El elemento femenino se convierte en el puente en el que la razón vuela hacia su hermana, la vitalidad. Simone lo encuentra en las impúdicas letras que le ofrece Sade. Matthew entre las piernas de Isabelle, que le impone como castigo’ su hermano Theo.

Pero es también el elemento femenino el que se deja corromper: Madelaine, siendo fiel condiscípula del abad, Isabelle yendo al cine con Matthew, dejando de vivir simbióticamente con su hermano.

No obstante, cuando parece que esa integración de los opuestos es posible, como convivencia de las voluntades, algo más fuerte irrumpe estruendosamente el estrado: las instituciones ‘reguladoras’. Sade se atraganta con un crucifijo, efigie y estandarte de la Iglesia; Theo e Isabelle mueren en una trifulca con soldados.

Los sobrevivientes de ese ‘equilibrio’ entre los opuestos son Simone y Matthew… ¿Qué decir a todo esto?

Vemos con más claridad la clásica división del alma en razón, concupiscencia y voluntad que hace Platón en el Fedro, y que más tarde le servirá de sustento para elaborar su doctrina política, mediante estas cintas.

Es evidente, siguiendo la secuencia antes esbozada, que el camino recto de la razón lleva a la destrucción del individuo, como en el caso del abad de “Letras Prohibidas”, que lo pierde todo por seguir el camino de la virtud. Por otro lado, el aspecto vital corre hacia su destrucción, Madelaine muere a manos de uno de los reclusos, el Marqués deja la vida creyéndose derrotado.

Pareciera como si los extremos se perdieran, como si estuvieran (en sí) condenados a su muerte desde que nacieron, y en esto hubieran sido paridos de la misma madre.

No obstante, el hombre que sobrevive es aquel que encarna lo que Nemesio pensaba como definición del hombre (como microcosmos), aquel que esta entre espíritu y cuerpo, en nuestra reflexión le llamamos razón y vitalidad.

Simone se marcha a una vida de deleite con el arquitecto que le enseño las delicias del placer; Matthew ha conocido la concupiscencia y se marcha después de besar a Theo e Isabelle que eligen morir.

Habremos de admitir otro caso más… justo al final de Letras Prohibidas, se ven salir los libros del Marqués de la recién instaurada imprenta: es la razón misma la que obra tal artificio en pos de ceder un poco ante la vitalidad, con tal de mantener su domino.

Hay una parte del hombre que, como Kundera[2] pone en boca de la madre de Teresa, en La insoportable levedad del ser, “mea y hecha pedos”, y hay otra también, la guía del alma, la inteligencia que pretende abrazar la verdad entera, como nos dice Platón en el Fedro.

Lejos nos encontramos del “cogito, ergo sum”, que enuncia en sí solo una de las partes del hombre (acaso la más soberbia). El buscar lo simple, lo claro y distinto para concebir al hombre por una de sus facultades es omitir la otra; de alguna manera se asemeja a un silogismo disyuntivo; donde, si bien elegiremos, acarrearemos nuestra destrucción.

Pero, si el hombre tiene ciertas cualidades en potencia y al ser él mismo causa eficiente de su actualización, ¿no puede elegir, en mayor o menor grado, la dosis precisa para sobrevivir y mantener su unidad íntegra?

¿Será acaso que hay algo más que la tensión del arco y la lira? Pues el al arco se le acaban las flechas y su hilo se rompe y la música de la lira se topa con el silencio o el rompimiento de sus finas cuerdas… Parece ser que hay otra divinidad más poderosa que renace de las cenizas fruto de la lucha de Dionisio y Apolo, osamentas no de una confrontación sino de un suicidio deliberado.



BIBLIOGRAFÍA

PLATÓN
Diálogos
Fedro
Tomo III
Ed. Gredos
Primera Edición
Madrid 1986

KUNDERA, Milán
La insoportable levedad del ser
Tusquets editores
Barcelona 1985
[1] Platón, Fedro253d-e
[2] Kundera, Milán; La insoportable levedad del ser (Página pendiente)

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