En torno a la marcha...

Author: B. Rimbaud / Etiquetas: ,



Es difícil abordar un fenómeno tan complejo como las marchas del orgullo gay o de la comunidad lésbico-gay-bisexual-trasgénero, o el orden que sea; pues exige un análisis agudo de los distintos factores que cofluyen en un movimiento de dicho tipo. El presente escrito encuentra relación con otro publicado hace año y medio en este blog (checar: http://bernardorimbaud.blogspot.com/2007/10/sbado-por-la-noche.html) y pretendo explicar mi postura que, adelantado, es de rechazo hacia dicha manifestación. Holga decir que las siguientes líneas no forman parte de un estudio sustantivo, sino de reflexiones basadas en la circunstancia en la que yo y muchos más, nos encontramos inmersos.


La marcha busca, desde mi perspectiva, dos cosas que se funden una sola: la primera, es un grito sórdido que espera ser escuchado por la sociedad y la autoridad, un "aquí estamos, somos nosotros, los diferentes". La segunda, es una pretensión de igualdad y normalización: "nosotros, los diferentes, somos iguales ustedes, por lo tanto exigimos sus mismos derechos para nosotros".

Hasta aquí vamos bien pues ¿no debe exigir todo ciudadano, más aún, todo ser humano, reconocimiento e igualdad de derechos que lo lleve a una aceptación y unión con la sociedad? Mas aún: si se está afirmando una identidad que se dice diferente y aquí, comienzan las complicaciones.

¿Realmente la marcha lésbico-gay, etc., afirma la diferencia? ¿O acaso no es solo la negación de un parámetro de normalización, que en este caso es una preferencia sexual? Ejemplifico. Una afirmación: esto es azul, y lo defino y lo caracterizo, de suerte que puedo identificar al azul donde lo encuentre. Una negación: esto no es azul, pero no afirmo ni defino el color de esto, de suerte que nada podré identificar, excepto que no es el azul a lo que me refiero.

¿No pasa lo mismo con la marcha? Ese tan afamado orgullo gay ¿no es un orgullo con un sustento ontológico-axiológico falso?: "Yo no soy como ustedes" pero deja la puerta abierta: ¿Quién eres entonces? El defensor se esforzará a responder: que es queer, gay, lesviana, trasgénero, etc. Pero estas definiciones, ¿no tienen más que ver con "no respondo al parámetro normalizadorindividuo y no el constitutivo básico de su existencia?

Si tomáramos el primer camino, la "homosexualidad" por ejemplo, como rasgo más, se vuelve complicado; pues la auténtica diferencia se ve coartada de tajo, pues ¿cómo yo podría predicar que soy enteramente diferente solo por el hecho de no seguir una norma sexual? Si aventuramos a decir que dicha situación nos lleva a una diferencia casi ontológica, llegamos al segundo camino.
¿Qué tipo de identidad puede crearse basándose únicamente en la diferencia de una satisfacción sexual? ¿Realmente vale la pena un individuo que tenga como centro y motor de su vida una preferencia sexual y edifique su existencia sobre arena? Pero ¿qué otros centros hay? Sencillo: amor, justicia, forman parte del menú cotidiano como en cualquier otro lugar. Y volvemos a la cuestión, más que una afirmación es una negación: "Niego la discriminación que vivo afuera y meigualdad, placer, realización, libertad, etc. Donde cofluyen creatividad, sexualidad, intelecto todo lo que es humano y no solo una burda diferencia respecto de la elección del satisfasor de un deseo sexual (que puede o no transformarse en amor).

De entrada, he problematizado el punto central: ¿qué afirma la marcha? Definitivamente: la diferencia NO. Hablamos desde un punto de vista ideológico y de identidad de los sujetos manifestantes. Y hemos llegado a la cuenta que una diferencia de facto no es posible, sino que se trata de un indeterminación basada en una negación: "no soy como ustedes, no soy normal".

El siguiente punto es abordar la tan mencionada tolerancia, que al borde del caos y de la violencia social, se antoja hartamente. No obstante creo, con Goethe, que si tomo al hombre como es, lo haré peor y si lo tomo como debería ser lo haré mejor, por lo que rechazo ese principio y antepongo el respeto como base para una auténtica convivencia. A continuación realizo una distinción de ambos

La mayoría toleramos, vamos en el camión con una persona con un fuerte olor y pese a nuestro desagrado, continuamos a su lado porque vamos tarde al trabajo y no hay más lugar, lo toleramos por fuerza. Otro día de trabajo somos puntuales, y tenemos que tolerar la mala cara del jefe, producto de una causa ajena a nosotros. ¿Es eso lo que se busca? Es decir, la mirada aparentemente de indiferencia del otro. Buscamos que se nos mimetize en el olvido y que vilmente no se nos tome en cuenta ni se nos reconozca, simplemente se nos tolere.

Esto no es respeto. Respeto, para ejemplificar, es el reconocimiento del otro como diferente y la aceptación de su riqueza personal desde mi yo, constituido en identidad. El respeto, por tanto, bien que mal, requiere de dos factores: una conciencia e la identidad y una apertura hacia lo diferente como tal. Y como analizamos primeramente, estos dos factores no se encuentran presentes pues no hay una conciencia de identidad de los marchantes ni una apertura a la diferencia en sentido estricto. Por lo que, al menos son coherentes al pedir tolerancia y no respeto.

Los intentos de afirmación de una identidad, han existido pero se han quedado en eso, pues la identidad auténtica distingue de otras, no es el caso de estos intentos. Un ejemplo son los lugares de reunión donde la diferencia es accidental y no esencial: alcohol, mercancías y enajenaciónenmurallo para protegerme" y ese mismo dolor que llevo a dicha situación, provoca de nuevo discriminación y resentimiento, pues no hay reconocimiento del otro y respeto.

Después d este esbozo de ideas "más profundas" pasemos a la más evidente de todas las críticas que se puede hacer, la cuestión económica. A todas luces el fenómeno gay es un negocio que deja, y deja mucho. Basta ver los antros, cafes y bares repletos. El único incentivo es poner una bandera para atraer a los creyentes de esta nueva fe. Dichos negocios se basan, entre otros, en un mecanismo muy fácil de explicar: la represión social de la que es fruto la persona que pasa horas allí, al no poder expresar sus sentimientos libremente, y el hecho que solo sea en ese tipo de lugares donde pueda hacer a plenitud lo que quiera, nos habla de la necesidad a que pasan dichos lugares.

¿Cómo no habrían de ser los dueños y empresarios, insertos en tal trama, los principales promotores de la marcha? Tanto patrocinador solo se explica en términos de que dicha inversión es redituable. Y no hay mejor publicidad que promover lo que las comunidades y grupos afines buscan aparentemente: derechos, respeto, etc.

¿Qué lugar ocupan los eventos culturales, la información, las actividades artísticas y deportivas? Es mínimo, por la falta de interés de ambos lados: empresarios y participantes. Lo que importa es el carnaval, los carros alegóricos, el cotorreo, el ligue, la embriaguez, el desmadre, la banda y el fetiche que provoca el ser visto dentro de un colectivo en media ciudad, exhibiendo lo que en definitiva, no se es.

Es una mentira que las personas vivan como se exhiben y aunque tuvieran la oportunidad de hacerlo no llevarían una vida de ese tipo. Así, la actividad que pretende ganar derechos para la cotidianidad, muestra como fachada lo no cotidiano, muestra el lujo y el glamour, un estilo de vida superficial que solo es asequible al que participa de los rituales de los patrocinadores que se erigen en sumos sacerdotes y benefactores de la causa.

¿A quién le importa un carajo la responsabilidad con lo que se es y la lucha por afirmarse uno mismo y el reconocimiento de los demás? Lo que se quiere es más dinero, por un lado, y por otro lado: una solución rápida a la soledad y a la vida carente de sentido: una y otra vez, semana a semana, dichos lugares se llenarán con las mismas personas que buscan lo mismos.

Una lucha con los factores que arriba menciono, es una lucha larga y prolongada, implica esfuerzos, unión, sacrificios y tal vez después vengan las recompensas. pero nada queremos saber de frustraciones. Queremos una marcha mandada a hacer, donde impere la diversión y el placer. No niego el trabajo serio y desinteresado de los colectivos en todas sus acciones; pero no basta afirmar categorías tradicionales, ya no basta la falaz pretensión de mostrar lo que no se es, el mundo cambia ¿por qué no nosotros con él?

¿Por qué no enfurecernos y de una vez exigir nuestros derechos como seres humanos con un cuerpo que es todo placer, sin estigma alguno? ¿Por qué enfrascarnos con una torpe categorización y sectorización de la sexualidad y el placer?

Prefiero, afirmar con Terencio, a decir de Unamuno: "Hombre soy, a ningún hombre estimo extraño..."

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