A unos ojos tristes

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Contemplo ahora aquellos ojos tristes y pareciera, pienso, que poco falta para que rompan a llorar. Niño de piel morena ¿porqué tu cara arrugada en extrañeza me extraña? Cualquiera juraría que los ojos ya están anegandos en llanto, sin respetar los diques de la socialidad. Melancolía no padeces ahora, es una larga y profunda tristeza... Besarte quisiera y borrarla de tu rosto: ¿pero me atrevería a romper tan bella faz? ¿Podría yo acaso destruir aquello que es tu mejor ornato? ¿No será que borrar el delineado de la tristeza, haría desaparecer tu rostro de mi mente? Ojos tristes, anhelantes de cercanía, ruego a los dioses, que yo pueda ser esa cercanía...

Intentos de tragedias cotidianas

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He de confesar que hay un cierto placer malsano en el caminar por las calles como un zombie. En sentir la vida ligera o, en palabras más concretas, en boca de José Alfredo Jiménez, “que la vida no vale nada”. Las gotas se estrellan sobre mi cabeza y mi cuerpo y yo, con el paraguas dentro de la mochila, dejo que este vil ataque del cielo suceda una y otra vez, sin evitarlo en lo más mínimo. La lluvia, en este estado, no moja es más: no molesta. Sus residuos son como los pensamientos que una y otra vez atormentan mi cabeza: el trabajo, la escuela y…¿la existencia? ¿Realmente tengo tiempo para pensar en eso? No, no lo hago. Prefiero estar saltando de un lado a otro, que mi mente revise tantas cosas como sean posibles con un halo de aparente profundidad, pero que ni siquiera llega a trasgredir la superficie. Luego, fingir la mirada pérdida, tratar de resaltar las ojeras que, de por sí, ya son mas que evidentes. El paso distraído, que en realidad si es tal: la distracción de todo, la evasión de mí mismo es fundamental para todo esta actuación que tiende hacia la tragedia, pero muy a mi pesar, nunca la logra…




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Escrito número 100!

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No hay como despertarse con un terrible dolor de cabeza por la mañana, apenas abrir los ojos y darnos cuenta que está nublado y que lo que menos amerita el pinche día es levantarnos y hacer todos los preparativos para ir a trabajar. Que vanalidad ni que nada: si no vas no comes wey. Como huracán, se quitan todas las cosas del suelo buscando una cartera y pepenando los documentos que se consideran necesearios. Las necesidades biológicas, de todo tipo, piden ser cubiertas. De alguna manera que no se sabe como, pero puedes llegar a tu trabajo con solo media hora de retardo (conciente de que podría haber sido más), solo para descubrir que con quién checas la entrada no asistió el día de hoy, por lo que hubiera dado lo mismo llegar a tiempo que 3 horas más tarde. Y ya una vez, que uno se siente frente al monitor ¡uff! Se da cuenta que algo olvido, en mi caso, este caso, se me olvido el borrador del escrito que iba a poner, por lo que tuve que recurrir a toda esta parafernalia para justificarme ante mí y ante ustedes.

No obstante, si he de dar un aviso no muy importante por cierto. Incluiré, próximamente, otro género al blog como narrativa o cuentos cortos en los que me aprovecharé de la licencia poética. Aclaro eso por que luego, sin bien son proyecciones, no quiero confusiones. Sobra decir que cualquiera que escriba lo que escriba y como lo escriba, está exento de decir mentira o verdad, ya lo decía Platón, los poetas mienten demasiado. No me siento un poeta, lo cuál me da legitimidad para mentir mucho más que los poetas.

Ahora tendré más acceso a Internet así que confío en poder publicar más seguido. Les mando un saludo a todos y espero sus comentarios.


Curioso pero me he dado cuenta hasta el final que este es el escrito número 100 y como odio las retrospecticas (sea en fin de año, en cumpleaños o en cualquier ocasión) mejor espero que alguno de los lectores me invite unas cahuamas o un tino y nos vayamos a celebrar!

Cassandra, o de la pérdida de El Filósofo

Author: B. Rimbaud / Etiquetas:





Carlicles: Dime ¡oh Cassandra! de Tlaquelesbos ¿por qué vienes anegada en llanto y con paso lento y dolorido? ¿Qué te ha llevado a cortarte el cabello y tupir tu cabeza de ceniza? ¡Desdichada, émula a Sísifo en sufrimientos!

Coro: ¡Ay, Ay de nosotras! ¡Ya no hay sol! ¡Todo es oscuro para quiénes han sido abandonadas!

Memógenes: La angustia de Kierkegaard las acosa, ¡no pueden dejar el llanto! ¿¡Acaso es necesario resucitar a Schopenahuer para demostrarles que todo es representación!?

Car: ¡Déjate de ardides seguidor de lo absurdo, refutado has quedado por el filósofo del superhombre! Pero ustedes mujeres convenzan a Cassandra de que levante la mirada y nos dirija la palabra, pues pasmados estamos por su estado.

Se junta el coro en derredor de Cassandra.

Coro1: ¿¡Ay mujeres podemos dejar este luto maldito!?
Coro2: ¡Ánimo dejemos los alaridos!
Coro: ¡Venga gran filósofa: cuenta la desgracia que nubla tu existencia!

Cassandra levanta la mirada y se dirige a Carlicles a Memógenes.

Cassandra: ¡Cuéntome ya entre los seres más desgraciados que viven en los reinados de Helios! ¡Ay ay ay de mi!

Coro: ¡Ay ay ay de nosotras! ¡Arruinadas estamos!

Cas: ¡Se ha ido!

Coro: ¡Solas hemos quedado!

Mem: ¡Por la voluntad no nos dejen así! ¡Decidnos, oh mujeres, ¿qué ha pasado en Guadatenas?!

Cas: ¿Cómo? ¿No se han enterado?

Coro: Cegados están. No saben la desgracia que ha acaecido.

Car: Pasmado estoy, ¡Poseidón ha movido la tierra y no me he dado cuenta!

Coro: Seamos pájaro de tormentas, ¡aves de malagüero! ¡pitonisas de la desgracia!

Cas: ¡Se ha ido! ¡El más grande filósofo de estas tierras!

Mem: ¡Ay ay de mí! ¡El aire se nubla a mi alrededor! ¡Las ansías de vivir (que de por sí eran pocas) se van como la primavera hacia el invierno!

Car: Rasgo mis elegantes vestiduras, mis ojos no contienen el llanto más.

Coro: Lo han comprendido. La lumbrera de su luz nos ha dejado y a partido a otras tierras Francia de Mitilene, lugar de alta sapiencia, cuna de Palas.

Mem: Jorge de Manzania: ¿qué hemos de hacer sin ti? ¿quién con finos vinos entre simposios suculentos nos perderá?

Car: Juan Manuel de Negretinides, ¡perdida invaluable! ¿¡Quién nos bailará ahora en el Liceo!? ¡La derecha de la izquierda no he de distinguir más!

Cas: ¿A quiénes mencionan guadatenienses?

Mem y Car: ¡Al más grande de todos los filósofos!

Coro: Discrepan y gravemente hierran, ilusos.

Cas: No es ninguno de esos a quiénes nuestras cabelleras hemos ofrendado.

Coro: ¡Hermosos cánticos elevaríamos a Afrodita si con nosotras lo retuviera!

Mem: Pido que Apolo me ilumine pues juro por égida que no entiendo nada.

Car: Cuando poco se sabe, mejor es callar.

Cas: Pues no he hablado de otro que de El Filósofo, El Alcibíades del Liceo.

Car: El búho de Palas sigue sin emprender el vuelo.

Coro: ¿No lo vez tú que eres hombre? ¿No se supone tu intelecto es más fino que el nuestro?

Cas: No hablo de otro que de el gran Octavxágoras, émulo a Ulises en ingenio.

Coro: ¡Por él nuestras lágrimas hemos derramado! ¡Su ausencia pide a gritos que vengan del Hades por nosotras! ¡Su viaje lo hemos de llorar como si la muerte propia fuera! ¡Llenas de lamentos seguimos en procesión!

Mem: ¿Pero que pretenden mujeres dolientes? La pena no es tanta, ni debería embargarlas, que por cada persona que no le es grata a Palas y se marcha son mil bendiciones las que gana nuestra morada.

Coro: ¡Ay ay ay! ¿Qué hemos escuchado? ¡Lengua bípeda! ¡La Discordia tienes por compañera! ¡Lloramos al que dicho honor merece y nada más!

Cas: Hemos de llevar este arreglo de flores a la sede del Liceo, donde Agustínides de Lesbos espera para el luto continuar.

Coro: Y entre lágrima y lágrima, los dioses se apiaden de nosotros, que cuando un filósofo de dicha calaña se pierde, el cielo todo llora, los dioses se entristecen.

Cas: Hemos de pedir una esfigie, un busto algo que le recuerde tan grande ha sido su paso por estas pobres tierras.

Coro: Y nos deja, como sus hijas abandonadas.

Coro1: ¡Ah! Y recuerdo aquellos tiempos en que por estos pasillos andaba.

Coro2: Su sapiencia distribuía con singular gracia.

Coro: Y ahora vednos desgarradas, ¡ay ay ay! ¡Que el dolor no se acaba nunca!

Cas: La pérdida del que es valioso a todo el Liceo anega, pero doble es nuestra tristeza filósofos, pues el Filósofo, ha partido, elevemos el clamor al portador de la Égida.

Casandra y Coro: ¡Ay, ay, ay de nosotras!

Cassandra y el coro se alejan

Car: Que el poeta ha mucho tiempo que lo dijo con gran acierto: “El silencio es el ornato de la mujer”.

Mem: No entiendo, mi buen amigo, ni el porque lloran esas mujeres ni la razón de que al que nombran El Filósofo se haya ido.

Car: Dos cuestiones planteas en una sola pregunta, pero examinémoslas más de cerca.
Mem: ¡Por Zeus que es necesario!

Car: La primera parece ser una dificultad menor, las mujeres lloran por aquél: ¿No es la mujer de naturaleza pecaminosa al grado que el hombre se rebaja al casarse con ella y ella se eleva al casarse con él?
Mem: No puedo poner objeción a tu razonamiento, aunque agregaría, como dice otro filósofo que para tratar con ellas es necesario el látigo.
Car: Así es querido amigo, y es por eso que yo no las trato, no es mi apariencia la que las ahuyenta, es mi innecesidad de esas criaturas. Así que te propongo no abordemos esa parte de tu cuestión, tan absurda es como la filosofía que te gusta predicar.
Mem: ¡Por el Can, así es!
Car: Queda entonces la otra cuestión.
Mem: Esforcémonos pues, vale la pena.
Car: No apresuremos amigo mío, necesario es el camino lento para el filósofo como al niño el gatear. Necesario será definir si aquél que se fue se cuenta entre los que se llaman filósofos.
Mem: Cuestión clara y distinta es responderte ¡oh Carlicles!
Car: No me lo parece, he de confesarlo.
Mem: Un criterio basta para saberlo.
Car: Perplejo me tienes, habla ahora.
Mem: No lo era, no sabe nada sobre Schopenhauer.
Car: ¡Por Hera! Clara ha quedado la primera cuestión, ninguna duda opongo a tu razonamiento tan perfecto, claro y conciso.
Mem: Olvidas la coherencia amigo mío.
Car: Lo he olvidado, pero algo quisiera proponerte, más no estoy seguro de que tu quisieras aceptarlo.
Mem: Habla sin dilataciones.
Car: Lo has dicho, pedirte quisiera si podríamos partir del supuesto contrario de lo que has afirmado, para que nuestra conclusión se vea reforzada en el caso de que sea acertada al vislumbrar la mejor de las opciones posibles, siendo que todo parecería indicar que es la peor la que impera.
Mem: ¡Por Zeus, Carlicles! Me habían hablado de tu gran ingenio y tus exquisitas clases de latín, pero no sabía que tu intelecto se expande, como el universo, hacia todos los lugares. Claro que acepto pedagogo mío, esforcémonos.
Car: Dime tú, Memógenes de Sonolón, si cuándo se cultiva ¿se hace o no con esmero?
Mem: Necesariamente.
Car: ¿Y no se busca acaso hacer rendir los mejores frutos a la tierra receptáculo de nuestro trabajo?
Mem: ¿Cómo no Carlicles?
Car: Motivos puede haber mil, pero supongamos que nuestro causa principal es darle de probar a alguno de nuestros vecinos lo mejor de nuestra cosecha. ¿No será entonces que el anhelo debe de ser mayor buscando frutos de mejor calidad?
Mem: ¡Por Zeus que sí Carlicles!
Car: Hemos de aceptar que si en nuestra cosecha alguno de los frutos no sale con la calidad adecuada para ser compartido habremos de guardarlo, y si fuera necesario enterrarlo tratando de no dejar huella de él.
Mem: Es como tú dices, amigo.
Car: Pues errados estaríamos si quisiéramos ofrecer ese tipo de frutos a nuestro vecino.
Mem: Me parece evidente.
Car: Ahora bien, habremos de decir que es este Liceo una especie de cultivo de almas, con que buenas intenciones sendos jardineros bajo la tutela de una élite, dedican con su esmero sus esfuerzos.
Mem: Creo que se puede aplicar nuestro razonamiento anterior tal y como tú lo haces.
Car: No obstante, como en toda cosecha hay frutos que salen bien, otros tantos mal. Pero dejando esto de lado, ¿no debería el Liceo seleccionar las mejores almas de sus cultivos si quiere compartirlas a su vecino?
Mem: No parece que pueda ser de otra manera.
Car: Y dime, amigo del existencialismo, ¿no sería ridículo que alguien se esmerase contra todo en llevar lo peor de su cosecha y pretender hacer un festín con su vecino?
Mem: Necesariamente.
Car: Y escucha esto con atención: ¿no sería más absurdo aún, que uno de esos frutos pretendiera marchar solo al lugar que desee?
Mem: Me remontas a Esopo, pero he de afirmar que si.
Car: Peor aún, un fruto que se sabe a sí mismo no ser de tal especie pero que poco le importa su valía…
Mem: ¡Por Zeus!
Car: ¿Es entonces necesario concluir que dicha acción encuentra algo que no es propiamente racional, sino que remite a cosas que no atañen a la luz de nuestros intelectos?
Mem: Entiendo, pero aún no logro poder aplicarlo a nuestra situación.
Car: Como dice Píndaro: Presta atención. Cuentan los antiguos que Cronos tenía un sirviente, mortal o inmortal no se sabía, que le era útil en todas las cuestiones para mantener subyugados a los demás dioses, labor que le proporcionaba muchas ventajas. Pero entonces vino la rebelión de Zeus contra su padre quien le hecho y se instauro como dios supremo, pero en lugar de echar a ese sirviente de Cronos, viéndole que le podía ser útil de alguna forma y persuadido por su actitud de extremo servilismo, lo acogió en el Olimpo. Los demás dioses no comprendían la elección del guardián de la égida, pero temerosos evitaban al sirviente. Se cuenta entre otras cosas que Jorge-Dyonisos, en furia contra él exploto, blasfemó al dios Heidegger. Más pasado un buen tiempo, y probando que dicho sirviente ya le era en extremo fiel, Zeus decide cumplirle el deseo que quiera. El sirviente, sabiendo que Zeus habría de acceder a su petición, en seguida pide le envíe a la tierra donde brota la ambrosía y los dioses son más felices. Mas aquel lugar solo podría ser llevado por Zeus, le estaba denegado el acceso a los demás dioses, solo podrían aquellos con el favor de Zeus. Éste acepta gustoso y lo envía allí por un año, sin siquiera inquirir sobre la naturaleza de dicha criatura…lo demás no me pidas que lo recuerde, ha tanto tiempo de esta historia que solo esto me han traído las musas.
Mem: Hagamos libaciones, con acierto has hablado.
Car: Ahora encaminémonos al templo de Diké, pues ha sido violada nuevamente…

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