Quiero amanecer con alguien...

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Desgarradura y Angel

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Y así es que tu ausencia genera dolores del parto de la soledad absoluta. Si mi retardo fecundó esta sensación, ¿¡no he de maldecir la impuntualidad constante!? ¡Ay tristeza! Caes, a decir de Neruda, como al pasto el rocío. Desgarradura que me asfixia, dolor sin sentido, quiero morir y eres tú, cruel Ángel-demonio, lo que me ata y me empuja al abismo a un tiempo. Bebí de ti, mar de infelicidad, para saciar mi sed de existencia y estoy aquí, podrido en estremecimientos, sudando fatigas. Y vuelven los sueños que nunca se realizan, jardines que nunca recorreremos tomados de la mano, caricias que no recorren tu piel. Y duele más lo que no sucederá que lo sucedido. ¡Tú, última esperanza de este desvalido del amor! Te deshaces como el hielo, llevándote mi última lucha en este valle de lágrimas. No la ignominia, solo la amargura de la derrota. Corazón: ¿Por qué me has derrotado si primero vitalidad influías en mi corazón? Hacia el colapso me has traído, el abismo se cierne sobre mi, y torpe y desvalido con el escudo y la estada rotos, solo queda la opción de enfrentar al ejército que llaman vida o lanzarme… Y ¡ay de mí! Tanta es la atracción a caer, tanto el vértigo. Y tú, no estás allí para detenerlo, tú lo has provocado con tus crueles encantos. ¿Por qué no has de dominar esta tierra que es tuya? ¿No es acaso el abandono y la ausencia el peor tormento? Cruel desgarradura verte humano, ya no celeste y divino, sino humano demasiado humano y poder tenerte a mi lado, y sea tu voluntad la que elija otro dueño, otra posesión. Porque los amores, mientras más imposibles, dolores más soportables generan, pero cuando se tornan tangibles en desgracia degeneran. ¡Tan inocente y torturador! ¡Señala mi pecado para espiarlo! ¡Revienta la llaga para que salga la inmundicia! ¡No me dejes la penitencia del solitario! ¡Toma mi mano y señálame el camino, tú a quien me encomiendo! Súplicas y súplicas no ablandan tu corazón, sigues el navío que ha de llevarte a aquella lejana patria, que no es la tuya. ¿No lo vez acaso? Esta es tu tierra, tómala. El extranjero poca valía posee. Pero aquí todo lo tienes, nada te falta. ¡Ay, no retrocedes! Rasgo mis vestiduras y la sangre comienza a mezclarse con las lágrimas de mis mejillas. ¡Ay, no retrocedes! Continúas con la vista fija en el horizonte. ¿Qué puedo hacer amor y dolor mío? No basta la sangre, motor de vida para detenerte en tu resignada partida. Las olas te llevan, y caigo de rodillas derrotado. ¿Podrá este último y lastimero alarido detenerte? Resuena temible en la distancia. No volteas, no te mueves. Ni el amor ni la lástima han logrado nada. Caigo pesado en el suelo con la oscuridad rodeándome. Todo en silencio, solo el silencio de tu partida.



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Jeanette - Frente a Frente

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