Tarde...Muy tarde...

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Cuando escribir se vuelve una necesidad de vida o muerte...


Tarde, a destiempo, a contratiempo, impuntual, tantos sinónimos para describir más que una patología, una manera de ser. No llegar en el momento adecuado tiene sus contras: la vida no espera, el mundo no se parará por más que suplique con lágrimas y rasgando mis vestiduras, todo continuará girando. Pero ya no llegó a tiempo, ya me tocan despojos: pedazos de hombres, situaciones incompletas. Y ante la infamia de ello, siempre la resignación. Que no se entiende, es porque no lo entiendo yo. Hace mucho tiempo, me preparé para una viaje largo y salí cargado de ilusiones esperando llegar en los momentos adecuados a los lugares adecuados, ahora tras el cruel desengaño de la vida me doy cuenta de que no estoy hecho para ello. De mi equipaje de ilusiones y mis reservas de esperanza no queda nada. De aquel viajero de mirada soberbia y fastuosos ropajes, solo queda la mirada desgarrada y los andrajos propios de un pordiosero. Ya no transito con la frente en alto, mi cabeza permanece agachada, esperando así causar más lástima y lograr más fruto en mi mendicidad. Y aunque aquel viejo orgullo de vez en cuando renace para decirme que debo de luchar por lo que quiero, la vida se encarga se sofocar el incendio haciéndome ver que llego tarde, que mi lugar ya fue ocupado hace mucho; y solo hay dos opciones conformarme o con la iniquidad o convertirme en un indolente, y entre esas dos oscilo. ¿Qué delito he cometido? ¿A caso la realidad no tolera a todo aquel que es capaz de visualizar otra existencia que se la contraponga? ¿Blasfemé acaso y no me di cuenta? La sentencia fue dictada hace mucho, no hay Erinias que me persigan, no hay tragedia ni una locura que me consuma, solo delirio, tan solo la asquerosa cotidianidad que me atraganta con su fétido vómito...

Donde habita el olvido...

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El día que llegó
tenía ojeras malvas
y barro en el tacón,
desnudos, pero extraños,
nos vio, roto el engaño
de la noche, la cruda luz del alba.
Era la hora de huir
y se fue, sin decir:
“llámame un día”.



La situación no podría ser más inadecuada: verse con un casi desconocido en vistas de compartir el lecho. José se preguntaba si haría bien, pero los sentimientos que lo obligaban a ir en búsqueda de esa otra parte que lo completaba terminaron por arrasar con el raciocinio y su torpe freno. Tras llegar al lugar del encuentro, se sentó en una banca a esperar, transcurrieron pocos minutos pero para él fueron horas, encendió un cigarro que fue muriendo poco a poco, mientras José hacía un recuento de lo que había llevado a dicha situación. Pensaba en los momentos de soledad desgarradora que lo atormentaban con una constancia inconstante: siempre brotaban no en un determinado lapso, pero brotaban. Había leído bastante sobre su situación, sabía que era ridículo esa insistencia por completarse con alguien más, que le parecía más acertado Deleuze al hablar de la inmanencia de los deseos como un desborde del ser, más que como una carencia, ¿pero podían más los argumentos que la necesidad imperiosa de sentir la piel del otro y engañarse pensando que estaba para él? La respuesta era cínica: estaba esperando a otro. El humo salía de su boca y en el último instante de agonía de aquel tabaco, el esperado apareció.


La pupila archivó
un semáforo rojo,
una mochila, un peugeot
y aquellos ojos
miopes
y la sangre al galope
por mis venas
y una nube de arena
dentro del corazón
y esta racha de amor
sin apetito.
Los besos que perdí,
por no saber decir:
“te necesito”.


José lo escaneó rápidamente. En definitiva era mejor que en la foto pero ¿pensaría igual el otro que él?

- Hola José, disculpa la tardanza.

- No te preocupes Oliver, ¿nos vamos?

- Claro.


Tras caminar juntos y platicar muy superficialmente los últimos eventos de su vida, pararon a comprar una botella de vodka con algunas botanas. Para después finalizar el recorrido que los llevaría al departamento de José

- Pasa.

- Gracias.


Ya sentados comenzaron a fluir las copas entre una música que incitaba a una buena charla. José se sentía un tanto nervioso, las señales de Oliver no le parecían muy claras, y es que él no pudo disimular desde el primer instante lo mucho que le gustó aquél, pero Oliver no daba señal alguna. Tras un buen rato y con la botella de vodka disminuida, Oliver preguntó:

- Bueno, y a parte de esto, ¿qué otros planes tenías?

- Ehm, pues lo que se diera no sabía como ibas a reaccionar.

La respuesta de José fue burda, tanto que se preguntaba si Oliver había captado todo el nerviosismo. Es más, no le quedaba claro si había tartamudeado.


No obstante, con todo el temor que llevaba dentro, fue José quien tomó la iniciativa. Tras servir las siguientes copas se acercó más a Oliver y le tomó la mano mientras intentaba aparentar normalidad con la plática. Para Oliver eso era ridículo, por lo que sin más le plantó un beso a aquél.


José cerró los ojos, y sintió la gruesa pero fina textura de los labios de Oliver. Y sentía que con cada choque y recorrido de las lenguas de ambos, asesinaba a su verdugo, a quien nombraba como Soledad. Las caricias de las manos no se hicieron esperar y comenzaron las primeras incursiones sobre los cuerpos de ambos. Cuando los cinturones ya no sostenían los pantalones de ambos, fue que José creyó conveniente continuar aquella historia que comenzaba, en su cuarto.


Con la desnudez de los cuerpos y el grito sórdido de la noche, fue que José se entregó a Oliver; sientiendo que entregaba a la nada ese profundo vacío que sentía y que ahora se encontraba repleto de Oliver. Con una sonrisa tras haber concluido los forcejeos, se recostó sobre el pecho de Oliver, y solo se quedó oservándolo.


La habitación, antes caliente, ahora se sentía fría. Oliver lo alejó de su lado, José lo miró a los ojos y encontró la dolorosa verdad que el cuerpo, ahora hostil, de Oliver le había regalado. El resto de la noche, José no durmió solo miraba a Oliver, pero como si viera un paisaje en la lejanía: una montaña que se erigía distante e inaccesible. El aire entraba por la ventana y congelaba el corazón de José, tras ver muerta su más nueva fantasía.



Cuando se despertó,
no recordaba nada
de la noche anterior,
“demasiadas cervezas”,
dijo, al ver mi cabeza,
al lado de la suya, en la almohada…
y la besé otra vez,
pero ya no era ayer,
sino mañana.
Y un insolente sol,
como un ladrón, entró
por la ventana.


En la mañana, Oliver se despidió de prisa, dijo a José que tenía que trabajar. Para José no había más incertidumbre, el dolor lo inundaba de nuevo.


Desde el balcón, la vi
perderse, en el trajín
de la Gran Vía.
Y la vida siguió,
como siguen las cosas que no
tienen mucho sentido,
una vez me contó,
un amigo común, que la vio
donde habita el olvido.




Imágenes:

http://www.vagamundos.net/2008/albums/Creatividad/Donde_habita_el_olvido_001.sized.jpg

http://lostinmongi.blogia.com/upload/20060225020042-olvido.jpg

Canción: Joaquín Sabina - Donde habita el olvido

El centro de Guadalajara

Author: B. Rimbaud / Etiquetas:

Advertencia: Este post contiene palabras obscenas y groseras, no tiene contenido filosófico, político (serio), ni literario, es más ni tripas de las buenas solo la opinión de una persona más que vive en la zona metropolitana de Guadalajara.




Escribo porque estoy harto. La verdad estoy hasta la madre del pinche gobierno panista a nivel municipal, estatal y nacional. Pero la gota que derramó el vaso. No voy a hablar de los casos de violación de los derechos humanos, en el estado, no voy a hablar de los generosos donativos de nuestro gobernador, no voy a hablar de nuestro estimado cardenal y sus vínculos con los poderosos, no voy a hablar del intento de placazo, de la concesión del macrobus a los mismos que frenaron la ciudad hace unos días, no voy a hablar de la construcción de la villa olímpica en un lugar ilógico, no voy a hablar del intento de penalizar el aborto, no voy a hablar del intento de cerrar espacios homosexuales, no voy a hablar de la mentada de madre que nos regaló nuestro gobernador hace unos meses, no voy a hablar de la presa del zapotillo, no voy a hablar de la candidatura de nuestro querido exrector a diputado federal, no voy a hablar de las próximas elecciones; a estas alturas dirán: ¿Pues de qué chingaos va hablar entonces este wey?

Hablaré de lo que me tiene tan molesto: Las pinches obras del centro. ¿Es qué acaso ya ni siquiera puedo ir a trabajar o pasear por allí agusto? Si son necesarias o no, yo no lo sé pero solo denotan la falta clara de planificación y lo que es más la completa estúpidez y mediocridad de nuestras autoridades al no preveer las consecuencias inmediatas que traen sus cierres de calles a lo pendejo (literal).

El caos vial al no haber rutas alternas (también más de sus pinches obras, la inseguridad que provocan a los transeuntes de lo cual tengo varios casos documentados (yo soy uno de ellos, el daño a los negocios que son inaccesibles por falta de estrategias que liberen calles o banquetas para poder tener clientes y muchas más.

¿Es qué acaso no se les puede pedir ni siquiera el mínimo de planeación? Sí, es año electoral, no soy tan ingenuo. ¡¿Pero a mí que chingaos me importa?! Eso no los exculpa de nada, además no pienso votar por ninguno voy y rayaré mi boleta, ni siquiera soy capaz de escoger al "menos pior", todos mediocres, todos corruptos, todos imbéciles, todos idiotas.

No se necesita ser ing, arq, o algo así para planificar esas obras solo un poco de sentido común o sentido social, por mi parte ya no tengo nada que decir solo le mando a mis queridas autoridades las siguientes palabras (total si el gobernador lo hace porque yo no):

CHINGUEN A SU MADRE

Tierra de Luz

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Delirio y Cataclismo

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Fue la visión de este delirio
todo un desastre de locura
como si el mundo se estrellara
un cataclismo para los dos

Javier Solís



Como si ya estuviera entre tus brazos tras esa larga búsqueda que llaman vida, con el choque de besos que conmueve o desfigura los horizontes de la realidad. Las pupilas, que ya no están lejos reflejando otros rostros, fijas ahora en mí, hiriendo mi cuerpo como látigo de dulce verdugo. Desaparece el anhelo de la siembra de tus manos en mi cuerpo, tras la profanación de mis pezones ahora húmedos. La fuga de huecos, que perecen uno a uno al ser llenados por ti, que me llevan a una violenta tempestad de convulsiones que fragmentan mi pretendida unidad, arrojando torrentes de completud que desbordan las líneas limítrofes de mi ser. La voz, antes escuchada a la lejanía, ahora jadeando suspiros que rozan y acarician mi alma...



Imagen: http://www.elobservatodo.cl/tmp_images/95/noticia_4734_normal.jpg

Mensaje para la generación "Dr. Jorge Manzano 2008B"

Author: B. Rimbaud / Etiquetas:

Dicen los antiguos, que cuando la filosofía se encontraba aun en pañales, tras haber sido parida por el mito, y dando sus primeros pasos, torpe cayó en un agujero por encontrarse tan ensimismada, y una criada carcajadas soltó. Agrega uno de nuestros colegas: es que la criada no se daba cuenta de que ella ya se encontraba en dicho agujero.

La profesión del filósofo no ha sido bien digerida desde largo tiempo atrás, recordemos como Sócrates fue juzgado por corromper a los jóvenes y enseñar dioses diferentes de la ciudad; su castigo: ingerir la cicuta para morir. La filosofía nació siendo una manera de pensar que se contraponía al modo común del pensamiento, a una serie de instituciones establecidas con normas rígidas cuidadas por feroces cancerberos puestos allí por alguna razón oscura.

¿Qué mostraba la filosofía? Primero: que se puede pensar de manera diferente, segundo que las cosas se podían hacer de manera diferente. Esas alternativas fueron ferozmente criticadas criticadas basta recordar: los “cerdos de la piara de Epicuro”, los cínicos (es decir: los perros), Sócrates y Querofonte como sodomitas en “las Nubes” de Aristófanes.

¿Por qué los feroces sarcasmos ante la diferencia? El delito en que incurrieron nuestros predecesores y que tal vez nosotros, los que nos graduamos hoy, es salirse más o menos del parámetro de lo establecido por las situaciones imperantes descubriendo un mundo de posibilidades solo accesible al que frena la inercia de lo cotidiano y es capaz de sentir y pensarse a sí mismo por algunos instantes.

Y, si como se dice, el tiempo es oro: ¿no es el filósofo el mayor derrochador por no aprovecharlo e invertirlo en algo “redituable”? Así parece, más aún: el filósofo pareciera dejar este mundo para mudarse a uno más cómodo, el que él mismo diseño ya fuera teniendo como base su materia gris o su cometa de humo.

Ser filósofo, en este contexto, es no vivir en la realidad. Nada más contrario de la circunstancia de este peculiar individuo pues como dijo Volpi hace poco tiempo en esta ciudad: la filosofía se encuentra hasta el tope, hasta el cuello de realidad histórica. Agrego yo: aunque ella misma no se de cuenta siempre.

Compañeros, nuestra profesión, como bien lo sabemos, tiene una posibilidad creativa y transformadora inmensa, pero eso depende de que tanto estamos comprometidos con nosotros mismos y nuestro entorno. La elección es, ante todo, entre la vía contemplativa y la vía crítica, tal y como lo dijo Marx en su XI tesis sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.

Por otro lado, los cambios son los que operamos a nivel personal también: filosofía es dejar la carga moral, los códigos y normas del camello hacia el yo quiero del león y el santo decir sí del niño nietzscheano; filosófico es el paso de la posibilidad a la realidad del compromiso ético kierkegaardiano; entre otros muchos ejemplos.

¿Qué hemos aprendido en estos años en nuestra Universidad? Cada uno tendrá una respuesta sin duda, pero no podemos negar nuestro crecimiento personal que se reflejará en el profesional. Tuvimos muchos compañeros, profesores que nos dormían, otros que nos maravillaban, otros simplemente nos eran indiferentes, asistimos a clases, participamos de distintos coloquios, congresos y conferencias; aprendimos el abc de la filosofía descubrimos que realmente pasarían muchos antes de poder saber que es ésta.

Cambiamos, en definitiva. De suerte que cuando nos sumerjamos en el río heracliteano que es la vida, ya no seremos los mismos y la vida no será la misma. No hay reglas ni normas fijas para la Filosofía. La profundidad con la que queramos sumergirnos en ella depende de nosotros. Porque la filosofía puede ser tanto una herramienta, como un modo de vida. Pero si después del acercamiento a esa sabiduría que se busca a sí misma quedamos indiferentes, en definitiva no hemos conocido a esa bella dama (o bello caballero, dependiendo del gusto).

Hoy concluimos una muy importante etapa de nuestra vida: finalizamos nuestra Licenciatura en Filosofía, detalles más, detalles menos. Sabemos bien, que a diferencia de cualquier otra profesión, esto no nos hace directamente filósofos. Si pasamos más de 4 años en este aulas y no lo somos. ¿Qué nos haría serlo? ¿Una maestría? ¿Un doctorado? En definitiva, la respuesta es negativa.

Bien lo sabemos compañeros, ningún título académico nos garantiza estatus. ¿Pretendo definirlo? Tampoco. La filosofía, conscientes somos de ello, más que dar respuestas: formula preguntas. Y al preguntarme a mí, a este que tienen enfrente, no me topé con la diosa que llevó a Parménides a la vía de la verdad, me tope conmigo mismo y algunos bosquejos para queda uno arme sus respuestas o preguntas.

¿No nos demuestra a caso la historia de nuestra disciplina el compromiso de los filósofos con sus proyectos, en última instancia consigo mismos? ¿No es otra nota el interrogar hasta desnudar el cuerpo varonil para llegar al alma femenina de la realidad? ¿Y no será también la crítica que propone otras posibilidades, personales-sociales otra nota?

Ahora, ¿aprendimos solo a leer y redactar textos? ¿o fuimos capaces de degustar en la copa de nuestros autores favoritos el suave vino del compromiso, la profundidad y la crítica de esta actividad tan mal-querida y mal-pagada por nuestra sociedad?

Solo lo diremos nosotros en el tiempo. No sé si la filosofía es esto o si la filosofía es aquello. Solo sé que después de la filosofía, ustedes y yo, ya no somos los mismos...

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