Oda a la destrucción

Author: B. Rimbaud / Etiquetas: ,

Dime efímero mortal si has sentido alguna vez las ansias de la destrucción. Confiesa tus instintos más violentos que arrebatan de tu ser hasta los más altos ideales. Declara como la furia te invada y carcome tus entrañas, luchando por salir a la superficie. Sin más miedo, deja que toda la ira que hay dentro salga, pues busca reunirse con lo que todo se vuelve uno. Solo en la violencia desgarradora del ser se logra fragmentar el principio de individuación. Es en el caos de la destrucción, y no en la armonía del orden, donde encontramos la posibilidad de la plenitud. Solo los azotes que hacen brotar la roja sangre nos devuelven la humanidad perdida por los instintos sublimados hacia toda moral y, en última instancia, el amor. No son las ansias de evasión las que te invaden, las ansias de la destrucción las trascienden. En la evasión hay imposibilidad, en la destrucción hay posibilidad, pero dolor mucho dolor. ¡Que todas las cicatrices sangren! ¡Que las heridas no suturen nunca! ¡Vengan dioses, dadores de vida, y pongan sobre nuestras sienes la divina corona de espina! ¡No queremos crucificados ni ser crucificados: nuestro dolor y nuestra ira son más grandes que todo eso! Tampoco aspiramos al vía crucis, ni mucho menos a la tragedia: ¡lo primero que hemos roto son los rosarios y las máscaras! ¡Que nuestras uñas crezcan afiladas, que con ellas podamos cortar nuestras venas de un tajo! ¡Ah dolor e ira, hermanos gemelos paridos al mismo tiempo que la vida, vengan e impregnen con su esencia nuestra causa! ¡no más cáliz, nos provoca nausea! ¡Que corran los ríos de sangre!

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