Fracaso y Esperanza

Author: B. Rimbaud /







Yo fui, yo estuve allí, yo sentí coraje, yo sentí impotencia, yo sentí miedo, yo me paralicé...

A diferencia de muchos yo no veo de manera primordial agitación o provocación, no veo hechos descoordinados ni hechos violentos y azarosos sin ninguna finalidad.

Yo veo a un pueblo, como yo, con: coraje, impotencia, miedo, parálisis; que sabe que algo anda mal, que intuye que las cosas no van bien.

Yo veo a unos gobernantes que se encierran en sí mismos, que necesitan decretos para abolir las protestas del pueblo, publicidad para combatir los males que todos padecemos.

Yo veo a legisladores sordos que necesitan de granaderos, antimotines, militares, policías y muchas murallas para poder sesionar, a esa bola de cobardes cambiando de sede y aprobando leyes en detrimento de las mayorías.

No veo soluciones, no a corto plazo, esto apenas empieza. Somos un pueblo no acostumbrado a prevenir, el aviso de las constantes privatizaciones ya lo teníamos desde el Salinato. Fuimos incapaces de impedir el fraude salinista, también, el fraude calderonista y el peñista. La "aplanadora" del PRI campea rampante por todos los congresos, el nacional y los de los estados, pocos dentro de ellos se resisten con magros resultados.

Es difícil alentar a los demás a continuar, tratar de continuar con las labores del día a día, organizarse y actuar para defendernos y hacerlo con una sonrisa. Pesa tanto que este país que construyeron grandes personajes (Lázaro Cárdenas, Benito Juárez, Villa, Zapata, etc.), con sus errores y grandes aciertos, se nos esté yendo por el despeñadero.

Ya no se trata de pensar en lo que quedará para nuestros hijos o las siguientes generaciones, ya nos atañe a todos, los que nos quedamos sin país somos NOSOTROS, y si a nosotros nos despojan de todo vestigio del incipiente estado de bienestar: ¿qué decir de las generaciones venideras? 

Tenemos que continuar, vivir para nosotros debe ser luchar. Pero también la alegría, lo cotidiano y lo hermoso que, supongo, también es la vida. No sé como mezclar todo esto, solo sé que tengo que aprender y que todos deberíamos de hacerlo. Este es el país en que nos tocó vivir, y esta la atroz circunstancia en que estamos envueltos. En ello, se nos jugamos  la existencia misma.


Los Quirones mexicanos

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Hace tiempo que lo he notado. Al principio eran campanadas para ir a misa y al igual que a la eucaristía, no iba ni por error. Ahora es claro. Tengo problemas con la docencia.

Cuando comencé en la docencia, creí que era cuestión de acostumbrarse, ser más paciente e ir adquiriendo mañas y demás.

Muchos docentes hablaban con elocuencia de lo bien que les iba en sus grupos, yo solamente afirmaba o agachaba la cabeza, apenado por mis mermados resultados y torpes experiencias, esperando algún día tener ese tino tan acabado para la educación de mis colegas.

Seis años después,  ya no espero nada. Realmente debería cuestionar mi capacidad para ser docente. A todo mundo le va bien con los grupos. Tal persona desarrolla estrategias con resultados óptimos. Otra más no tiene problema alguno con el grupo que es un problema en sí mismo. Un profesor ataja que el plantea límites desde el inicio y se planta, cual Aquiles frente a Héctor, tan firme que los problemas de plano nunca existieron.

Que es cuestión de didáctica, que el grupo no está tan mal, que es uno el que llega estresado, que sí son latosos pero trabajan, que no son apáticos sino flojos, y la lista sigue ad infinitum como las víctimas de la guerra contra el narco de Peña y Calderón.

Yo solo me apachurro en el sillón y comienzo a pensar que todas esas, mis  percepciones, son realidad para mí, que ya todo me parece dudoso. Que tal vez ellos tengan la razón, que soy yo el negativo y que padezco algún retraso mental leve que me impide ejercer de manera más o menos decorosa la docencia.

Me encuentro sumergido en la duda, ¿existen mis percepciones o las suyas?

Hasta que de la taza de café surge una iluminación cartesiana: aunque sus engaños fueran verdaderos ocupan engañarme a mí, pienso luego existo. Yo soy una cosa pensante ellos, al parecer, no.

Si algo he aprendido durante estos años, es que México tiene "excelentes" docentes: capacitados, eficaces, bien intencionados y una gran lista de adjetivos y cualidades.

¡Qué injusta es la vida! Mira que con personas así, un ejército de Quirones al servicio de la sociedad mexicana y tener una educación por los suelos... Debería de bastar esto como prueba de la inexistencia de dios.

No hablaré de metafísica aquí, por más que, como a continuación haré, siga en sus reflexiones a Descartes. Y de lo que no dudo, es de lo que mis alumnos me han dicho en múltiples ocasiones: mis clases, que considero sumamente indisciplinadas para que puedan aprender aunque sea a hacerse pendejos, suelen ser, ¡oh Zeus dueño de la égida! de las más ordenadas.

Cruel destino que ahora en revertida alquimia transforma a los docentes dorados en plomo: el que se la pasa dictando en sus clases, el que se la pasa hablando de su vida, la que ni en los grandes eventos logra poner el mínimo de orden, la que no enseña nada...

En fin, juego de espejos, hipocresía asquerosa. La habladuría y la autocomplacencia me da asco y soy alérgico a la menor aparición de dicha conducta. Lo que mejor nos va es el silencio, la farmaña cae al menor tiempo posible. Ni los alumnos, diciéndolo aristotélicamente, tienden al conocimiento y son curiosos por naturaleza, ni los maestros son los Paulo Freire que cambiarán al mundo con la educación.

De Chávez a los problemas de México.

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Creo que la crónica del día de hoy, realmente no comienza hoy, comienza ayer para ser precisos. Varios puntos o sucesos al parecer breves y fugaces me han incitado a sentirme como me siento, a escribir esto con la única pretensión de sentirme mejor. No es mi interés comprobar el hilo conductor que tienen todos esos sucesos, no obstante que sé que lo tienen…

1) Fue ayer, estaba en el gimnasio al que suelo asistir, mi hermano menor me decía por Facebook que Chávez había muerto. Cosa rara el flujo de información, en el caso de información política soy yo el que suele transmitir la información y no al revés. Creí que era de nuevo la cantaleta que ya había escuchado: ahora el presidente venezolano se encontraba enfermo gravemente, si antes habían mentido los medios al anticipar su muerte ¿por qué no lo harían nuevamente? No obstante, yo era consciente que el aviso ahora sí había sido oficial a diferencia de la ocasión anterior. Atónito, en Twitter comprobé que no había engaño. No pude evitarlo, sentí malestar. Uno de los personajes que más admiro como todo mundo sabe era él. No haré una apología de mi elección, simplemente creo que en balance fue un gran personaje que marcó la historia de su país y del mundo, que impacto de manera positiva en la esfera política y económica redituando esto en beneficio de su país, directamente, y de otros países como inspiración. Lo nefasto estaba por llegar. Los mexicanos criticando y tildando de dictador a Chávez. Claro, en México hay democracia. Claro, en México elegimos a nuestros gobernantes. Claro, en México la gente no dura tanto en el poder (caso Gordillo y Deschamps son meras excepciones supongo). Claro, en México no hay tanta inflación y eso, supongo, deviene en una mejor economía para todos. Claro, en México tenemos un presidente con una ideología clara y un proyecto de nación que beneficia a la mayoría. A veces creo que realmente es inútil el diálogo cuando el otro solo tiene como fuente de información a Televisa o TV Azteca, que es difícil no ganar sino realmente provocar algo en la persona (tan sencillo como que busque más información o vea que no somos un país ejemplar). Prefiero, por economía emocional, alinear a los seudocríticos (cuya única información es la televisión) de Chávez con los votantes de Peña, Calderón, la Chepina y un largo etc.

2) Pasando a hoy, en una reunión de maestros se dio la noticia. La razón por la que no fuera uno de mis alumnos a los que imparto (o al menos eso trato) clase era que su abuelo estaba secuestrado y él, junto con toda su familia corrían grave peligro. Inmediatamente me sentí mal. No es un alumno ejemplar, tampoco es de esos alumnos que me hacen salir de mis casillas, era un alumno como cualquier otro. Pensé en lo horrible que es pasar por esa situación y tener a alguien que conozco y con quien interactué de manera directa. Me sentí mal por él y por mí, pues me sentí indefenso.
3) Minutos después estaba impartiendo una clase cuyo contenido es la Historia de México (en un semestre, con preparatorianos desmadrosos abarcar TODA la historia de México, de los Olmecas a Calderón supongo que tiene algún fundamento pedagógico o de realidad social). Era la segunda sesión (la primera de dos horas) en que estaban trabajando sobre un mapa sobre la ruta de la conquista, en esta tampoco terminaron. Hablé con uno de los grupos, una alumna con algo de añoranza habló de su anterior maestro de historia, no pude sino decirle que yo respondía al tipo de alumnos que tenía enfrente lo cual ella entendió a la perfección. No soy historiador, pero amo la historia y no solo la amo, en verdad creo que es total y completamente necesaria si realmente queremos un cambio de cualquier tipo. Uno de mis alumnos alegaba, sino les interesaba es porque era hablar de culturas precolombinas y eso ¿cómo para qué?. Yo repliqué que es base fundamental eso y toda la historia, que si hoy teníamos un presidente priísta es porque la mayoría de los mexicanos o no conocían o les valía madres todo el daño que le hizo ese partido a nuestro país. Él dijo que de ese tipo de historia sí le interesaba. Cualquier maestro de esos que creen en toda esa ñoñería de la pedagogía y lo demás diría que por allí podría engachar y no sé qué tantas cosas. Lo cierto es que eso también los aburriría. Como le dije amargamente: “a ustedes les vale madres la historia, así como les vale todo lo que no sea la vida que llevan” lo dije con un tono calmado y resignado, se hizo un momento de silencio, entre ellos cambiaron el tema y yo procedí a refugiarme a mi escritorio.

4) Procedí a irme de un centro de trabajo a otro. Elegí una ruta que siempre se retaca con la intención de dormir aunque fuera un rato, he tenido días pesados y confiaba en que eso me hiciera sentir mejor. No habíamos avanzado ni 10 minutos cuando el chofer paró la unidad, se levantó del asiento y comenzó a vociferar a la gente que se recorriera sino el camión no avanzaría, señaló personas y las obligó a moverse. Alguien respondió, el chofer se encabronó más y dijo que al que no le pareciera que se bajara. Yo veía con los ojos bien abiertos la situación… Difícilmente alguien podría caber allí, incluso algún niño tarahumara de esos que viven en la pobreza extrema por culpa de estos gobiernos hijos de puta podría medianamente acomodar. Milagro de dios, hubo cupo para más. Me sentí arranado, no encontraba mucha diferencia entre un camión de puercos que se llevan al matadero y nosotros. Total, la mayoría no ha estrenado el cerebro, suponiendo que se den cuenta que pueden razonar por sí mismos.

5) Pasado el rato, fui al gimnasio. Como pude terminé la rutina y la higiene respectiva. Al estarme vistiendo fue  cuando escuché esa conversación. Básicamente: dos personas, vecinas mías de unos 15 minutos caminando o 5 minutos en coche, hablaban sobre una banda de ladrones que habían logrado atrapar. Según decía uno de ellos, tendrían una reunión para contratar policía privada para algunas de las calles donde vivían. Después de eso, tendrían una junta vecinal “masiva” con otros colonos para integrar algo en defensa o así. No me dio gusto. Al contrario, sentí más cerca de mí la inseguridad. No tengo mucho que me roben, pero lo poco que tengo me ha costado mucho esfuerzo conseguirlo. Recién estoy saliendo de una crisis económica que me dejó el jugarme el todo por el todo por un empleo en la UDG, mismo del que los directivos me dieron una patada en el culo para despedirme con el único delito de no caerles bien o no ser de su gente. No contentos con eso, dijeron que era yo el que no quería el empleo. Si bien mi situación económica no es precaria, tampoco lo es para darme grandes lujos. Pensé como estas personas tenían iniciativa y trataban de dar una solución, si bien directa y de corto alcance, a una problemática. Pero de nuevo reviví la sensación de la mañana: esto está sucediendo cerca de ti. Estoy informado, soy consciente de que este país se está yendo al retrete, pero no es lo mismo saberlo que sentir de cerca cómo se abre la tapa y el agua turbia espera por tu vida también. No puedo sino preguntarme ¿Qué pasará cuando me toqué algo como lo de la mañana o lo de la noche a mí? ¿Qué pasará si le sucede a alguno de mis seres queridos o personas cercanas? No puedo evitarlo, siento que en algunas ocasiones trato de poner mi granito de arena. Pareciera que no es suficiente, de facto no lo es.

No puedo sino pensar, que este país no es el que quiero ni para mí ni para los que quiero. Me duele a menudo saber de las víctimas de la inseguridad. No soporto ver a la gente realmente pobre y saber que mientras tanto Peña gasta cientos de miles de pesos en una fotografía que pretende distraer de su imbecilidad con su supuesta cara bonita. Me cae con todo el sopor posible que un ser humano puede aguantar, la indiferencia de la gente: su desdén por enterarse de política, su sentimiento de total sometimiento, su incapacidad para generar una crítica o una pauta de acción. Lo que realmente me aterra es esa macabra resignación, eso me da más miedo que cualquier comando de zetas o de chapos. Eso cala hasta adentro, me corta de tajo toda la esperanza.

La poesía, absolutamente homosexual.

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     Ernesto San Epifanio dijo que existía literatura heterosexual, homosexual y bisexual. Las novelas, generalmente, eran heterosexuales, la poesía, en cambio, era absolutamente homosexual, los cuentos, deduzco, eran bisexuales, aunque esto no lo dijo.

 Dentro del inmenso océano de la poesía distinguía varias corrientes: maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfos y filenos. Las dos corrientes mayores, sin embargo, eran las de los maricones y la de los maricas. Walt Whitman, por ejemplo, era un poeta maricón. Pablo Neruda, un poeta marica. William Blake era maricón, sin asomo de duda, y Octavio Paz marica. Borges era fileno, es decir de improviso podía ser maricón y de improviso simplemente asexual. Rubén Darío era una loca, de hecho la reina y el paradigma de las locas.
 –En nuestra lengua, claro está –aclaró–; en el mundo ancho y ajeno el paradigma sigue siendo Verlaine el Generoso.
 Una loca, según San Epifanio, estaba más cerca del manicomio florido y de las alucinaciones en carne viva mientras que los maricones y los maricas vagaban sincopadamente de la Ética a la Estética y viceversa. Cernuda, el querido Cernuda, era un ninfo y en ocasiones de gran amargura un poeta maricón, mientras que Guillén, Aleixandre y Alberti podían ser considerados mariquita, bujarrón y marica, respectivamente. Los poetas tipo Carlos Pellicer eran, por regla general, bujarrones, mientras que poetas como Tablada, Novo, Renato Leduc eran mariquitas. De hecho la poesía mexicana carecía de poetas maricones, aunque algún optimista pudiera pensar que allí estaba López Velarde o Efraín Huerta. Maricas, en cambio, abundaban, desde el matón (aunque por un segundo yo escuché mafioso) Díaz Mirón hasta el conspicuo Homero Aridjis. Debíamos remontarnos a Amado Nervo (silbidos) para hallar a un poeta de verdad, es decir a un poeta maricón, y no a un fileno como el ahora famoso y reivindicado potosino Manuel José Othón, un pesado donde los haya. Y hablando de pesados: mariposa era Manuel Acuña y ninfo de los bosques de Grecia José Joaquín Pesado, perennes padrotes de cierta lírica mexicana.
 –¿Y Efrén Rebolledo? –pregunté yo.
 –Un marica menorcísimo. Su única virtud es la de ser si no el único, el primer poeta mexicano que publicó un libro en Tokio, Rimas japonesas, 1909. Era diplomático, por supuesto.
 El panorama poético, después de todo, era básicamente la lucha (subterránea), el resultado de la pugna entre poetas maricones y poetas maricas por hacerse con la palabra. Los mariquitas, según San Epifanio, eran poetas maricones en su sangre que por debilidad o comodidad convivían y acataban –aunque no siempre– los parámetros estéticos y vitales de los maricas. En España, en Francia y en Italia los poetas maricas han sido legión, decía, al contrario de lo que podría pensar un lector no excesivamente atento. Lo que sucedía era que un poeta maricón como Leopardi, por ejemplo, reconstruye de alguna manera a los maricas como Ungaretti, Montale y Quasimodo, el trío de la muerte.
 –De igual modo Pasolini repinta a la mariquería italiana actual, véase el caso del pobre Sanguinetti (con Pavese no me meto, era una loca triste, ejemplar único de su especie, o con Dino Campana, que come en mesa aparte, la mesa de las locas terminales). Para no hablar de Francia, gran lengua de fagocitadores, en donde cien poetas maricones, desde Villon hasta nuestra admirada Sophie Podolski cobijaron, cobijan y cobijarán con la sangre de sus tetas a diez mil poetas maricas con su corte de filenos, ninfos, bujarrones y mariposas, excelsos directores de revistas literarias, grandes traductores, pequeños funcionarios y grandísimos diplomáticos del Reino de las Letras (véase, si no, el lamentable y siniestro discurrir de los poetas de Tel Quel). Y no digamos nada de la mariconería de la Revolución Rusa en donde, si hemos de ser sinceros, sólo hubo un poeta maricón, uno solo.
 –¿Quién? –le preguntaron.
 –¿Maiacovski?
 –No.
 –¿Esenin?
 –Tampoco.
 –¿Pasternak, Blok, Mandelstam, Ajmátova?
 –Menos.
 –Dilo de una vez Ernesto, que me estoy comiendo las uñas.
 –Sólo uno –dijo San Epifanio–, y ahora te saco de la duda, pero eso sí, maricón de las estepas y de las nieves, maricón de la cabeza a los pies: Khlebnikov.
 Hubo opiniones para todos los gustos.
 –Y en Latinoamérica, ¿cuántos maricones verdaderos podemos encontrar? Vallejo y Martín Adán. Punto y aparte. ¿Macedonio Fernández, tal vez? El resto, maricas tipo Huidobro, mariposas tipo Alfonso Cortés (aunque este tiene versos de maricona auténtica), bujarrones tipo León de Greiff, ninfos abujarronados tipo Pablo de Rohka (con ramalazos de loca que hubieran vuelto loco a Lacan), mariquitas tipo Lezama Lima, falso lector de Góngora y junto con Lezama todos los poetas de la Revolución Cubana (Diego, Vitier, el horrible Retamar, el penoso Guillén, la inconsolable Fina García) excepto Rogelio Nogueras, que es un encanto y una ninfa con espíritu de maricón juguetón. Pero sigamos. En Nicaragua dominan mariposas tipo Coronel Urtecho o maricas con voluntad de filenos, tipo Ernesto Cardenal. Maricas también son los Contemporáneos de México…
 –¡No –gritó Belano–, Gilberto Owen no!
 –De hecho –prosiguió imperturbable San Epifanio–, Muerte sin fin es junto con la poesía de Paz, La Marsellesa de los nerviosísimos y sedentarios poetas mexicanos maricas. Más nombres: Gelman, ninfo, Benedetti, marica, Nicanor Parra, mariquita con algo de maricón, Westphalen, loca, Enrique Lihn, mariquita, Girondo, mariposa, Rubén Bonifaz Nuño, bujarrón amariposado, Sabines, bujarrón abujarronado, nuestro querido e intocable Josemilio Pe, loca. Y volvamos a España, volvamos a los orígenes –silbidos–: Góngora y Quevedo, maricas; San Juan de la Cruz y Fray Luis de León, maricones. Los primeros piden hasta en sueños una verga de treinta centímetros que los abra y fecunde, pero a la hora de la verdad les cuesta Dios y ayuda encamarse con sus padrotes del alma. Los maricones, en cambio, pareciera que vivan permanentemente con una estaca removiéndoles las entrañas y cuando se miran en un espejo (acto que aman y odian con toda su alma) descubren en sus propios ojos hundidos la identidad del Chulo de la Muerte. El chulo, para maricones y maricas, es la palabra que atraviesa ilesa los dominios de la nada (o del silencio o de la otredad). Por lo demás, y con buena voluntad, nada impide que maricas y maricones sean buenos amigos, se plagien con finura, se critiquen o se alaben, se publiquen o se oculten mutuamente en el furibundo y moribundo país de las letras.
–¿Y Cesárea Tinajero, es una poeta maricona o marica? –preguntó alguien. No reconocí la voz.
–Ah, Cesárea Tinajero es el horror –dijo San Epifanio.”


-Roberto Bolaño
 Los detectives salvajes.
Ed. Anagrama
 

Fantasmas y Realidad

Author: B. Rimbaud / Etiquetas: ,

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Los fantasmas de nuestras ilusiones, a cual más de imposibles, no se disipan ni con la luz del día de la razón y la realidad.
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