Los Quirones mexicanos

Author: B. Rimbaud / Etiquetas: ,



Hace tiempo que lo he notado. Al principio eran campanadas para ir a misa y al igual que a la eucaristía, no iba ni por error. Ahora es claro. Tengo problemas con la docencia.

Cuando comencé en la docencia, creí que era cuestión de acostumbrarse, ser más paciente e ir adquiriendo mañas y demás.

Muchos docentes hablaban con elocuencia de lo bien que les iba en sus grupos, yo solamente afirmaba o agachaba la cabeza, apenado por mis mermados resultados y torpes experiencias, esperando algún día tener ese tino tan acabado para la educación de mis colegas.

Seis años después,  ya no espero nada. Realmente debería cuestionar mi capacidad para ser docente. A todo mundo le va bien con los grupos. Tal persona desarrolla estrategias con resultados óptimos. Otra más no tiene problema alguno con el grupo que es un problema en sí mismo. Un profesor ataja que el plantea límites desde el inicio y se planta, cual Aquiles frente a Héctor, tan firme que los problemas de plano nunca existieron.

Que es cuestión de didáctica, que el grupo no está tan mal, que es uno el que llega estresado, que sí son latosos pero trabajan, que no son apáticos sino flojos, y la lista sigue ad infinitum como las víctimas de la guerra contra el narco de Peña y Calderón.

Yo solo me apachurro en el sillón y comienzo a pensar que todas esas, mis  percepciones, son realidad para mí, que ya todo me parece dudoso. Que tal vez ellos tengan la razón, que soy yo el negativo y que padezco algún retraso mental leve que me impide ejercer de manera más o menos decorosa la docencia.

Me encuentro sumergido en la duda, ¿existen mis percepciones o las suyas?

Hasta que de la taza de café surge una iluminación cartesiana: aunque sus engaños fueran verdaderos ocupan engañarme a mí, pienso luego existo. Yo soy una cosa pensante ellos, al parecer, no.

Si algo he aprendido durante estos años, es que México tiene "excelentes" docentes: capacitados, eficaces, bien intencionados y una gran lista de adjetivos y cualidades.

¡Qué injusta es la vida! Mira que con personas así, un ejército de Quirones al servicio de la sociedad mexicana y tener una educación por los suelos... Debería de bastar esto como prueba de la inexistencia de dios.

No hablaré de metafísica aquí, por más que, como a continuación haré, siga en sus reflexiones a Descartes. Y de lo que no dudo, es de lo que mis alumnos me han dicho en múltiples ocasiones: mis clases, que considero sumamente indisciplinadas para que puedan aprender aunque sea a hacerse pendejos, suelen ser, ¡oh Zeus dueño de la égida! de las más ordenadas.

Cruel destino que ahora en revertida alquimia transforma a los docentes dorados en plomo: el que se la pasa dictando en sus clases, el que se la pasa hablando de su vida, la que ni en los grandes eventos logra poner el mínimo de orden, la que no enseña nada...

En fin, juego de espejos, hipocresía asquerosa. La habladuría y la autocomplacencia me da asco y soy alérgico a la menor aparición de dicha conducta. Lo que mejor nos va es el silencio, la farmaña cae al menor tiempo posible. Ni los alumnos, diciéndolo aristotélicamente, tienden al conocimiento y son curiosos por naturaleza, ni los maestros son los Paulo Freire que cambiarán al mundo con la educación.

1 Interpretaciones, fantasías, idealizaciones:

Anónimo dijo...

Vaya, verdad relativa pero al fin verdad....

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