Ernesto
San Epifanio dijo que existía literatura heterosexual, homosexual y
bisexual. Las novelas, generalmente, eran heterosexuales, la poesía, en
cambio, era absolutamente homosexual, los cuentos, deduzco, eran
bisexuales, aunque esto no lo dijo.
Dentro
del inmenso océano de la poesía distinguía varias corrientes:
maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfos y
filenos. Las dos corrientes mayores, sin embargo, eran las de los
maricones y la de los maricas. Walt Whitman, por ejemplo, era un poeta
maricón. Pablo Neruda, un poeta marica. William Blake era maricón, sin
asomo de duda, y Octavio Paz marica. Borges era fileno, es decir de
improviso podía ser maricón y de improviso simplemente asexual. Rubén
Darío era una loca, de hecho la reina y el paradigma de las locas.
–En nuestra lengua, claro está –aclaró–; en el mundo ancho y ajeno el paradigma sigue siendo Verlaine el Generoso.
Una
loca, según San Epifanio, estaba más cerca del manicomio florido y de
las alucinaciones en carne viva mientras que los maricones y los maricas
vagaban sincopadamente de la Ética a la Estética y viceversa. Cernuda,
el querido Cernuda, era un ninfo y en ocasiones de gran amargura un
poeta maricón, mientras que Guillén, Aleixandre y Alberti podían ser
considerados mariquita, bujarrón y marica, respectivamente. Los poetas
tipo Carlos Pellicer eran, por regla general, bujarrones, mientras que
poetas como Tablada, Novo, Renato Leduc eran mariquitas. De hecho la
poesía mexicana carecía de poetas maricones, aunque algún optimista
pudiera pensar que allí estaba López Velarde o Efraín Huerta. Maricas,
en cambio, abundaban, desde el matón (aunque por un segundo yo escuché
mafioso) Díaz Mirón hasta el conspicuo Homero Aridjis. Debíamos
remontarnos a Amado Nervo (silbidos) para hallar a un poeta de verdad,
es decir a un poeta maricón, y no a un fileno como el ahora famoso y
reivindicado potosino Manuel José Othón, un pesado donde los haya. Y
hablando de pesados: mariposa era Manuel Acuña y ninfo de los bosques de
Grecia José Joaquín Pesado, perennes padrotes de cierta lírica
mexicana.
–¿Y Efrén Rebolledo? –pregunté yo.
–Un
marica menorcísimo. Su única virtud es la de ser si no el único, el
primer poeta mexicano que publicó un libro en Tokio, Rimas japonesas,
1909. Era diplomático, por supuesto.
El
panorama poético, después de todo, era básicamente la lucha
(subterránea), el resultado de la pugna entre poetas maricones y poetas
maricas por hacerse con la palabra. Los mariquitas, según San Epifanio,
eran poetas maricones en su sangre que por debilidad o comodidad
convivían y acataban –aunque no siempre– los parámetros estéticos y
vitales de los maricas. En España, en Francia y en Italia los poetas
maricas han sido legión, decía, al contrario de lo que podría pensar un
lector no excesivamente atento. Lo que sucedía era que un poeta maricón
como Leopardi, por ejemplo, reconstruye de alguna manera a los maricas
como Ungaretti, Montale y Quasimodo, el trío de la muerte.
–De
igual modo Pasolini repinta a la mariquería italiana actual, véase el
caso del pobre Sanguinetti (con Pavese no me meto, era una loca triste,
ejemplar único de su especie, o con Dino Campana, que come en mesa
aparte, la mesa de las locas terminales). Para no hablar de Francia,
gran lengua de fagocitadores, en donde cien poetas maricones, desde
Villon hasta nuestra admirada Sophie Podolski cobijaron, cobijan y
cobijarán con la sangre de sus tetas a diez mil poetas maricas con su
corte de filenos, ninfos, bujarrones y mariposas, excelsos directores de
revistas literarias, grandes traductores, pequeños funcionarios y
grandísimos diplomáticos del Reino de las Letras (véase, si no, el
lamentable y siniestro discurrir de los poetas de Tel Quel). Y no
digamos nada de la mariconería de la Revolución Rusa en donde, si hemos
de ser sinceros, sólo hubo un poeta maricón, uno solo.
–¿Quién? –le preguntaron.
–¿Maiacovski?
–No.
–¿Esenin?
–Tampoco.
–¿Pasternak, Blok, Mandelstam, Ajmátova?
–Menos.
–Dilo de una vez Ernesto, que me estoy comiendo las uñas.
–Sólo
uno –dijo San Epifanio–, y ahora te saco de la duda, pero eso sí,
maricón de las estepas y de las nieves, maricón de la cabeza a los pies:
Khlebnikov.
Hubo opiniones para todos los gustos.
–Y
en Latinoamérica, ¿cuántos maricones verdaderos podemos encontrar?
Vallejo y Martín Adán. Punto y aparte. ¿Macedonio Fernández, tal vez? El
resto, maricas tipo Huidobro, mariposas tipo Alfonso Cortés (aunque
este tiene versos de maricona auténtica), bujarrones tipo León de
Greiff, ninfos abujarronados tipo Pablo de Rohka (con ramalazos de loca
que hubieran vuelto loco a Lacan), mariquitas tipo Lezama Lima, falso
lector de Góngora y junto con Lezama todos los poetas de la Revolución
Cubana (Diego, Vitier, el horrible Retamar, el penoso Guillén, la
inconsolable Fina García) excepto Rogelio Nogueras, que es un encanto y
una ninfa con espíritu de maricón juguetón. Pero sigamos. En Nicaragua
dominan mariposas tipo Coronel Urtecho o maricas con voluntad de
filenos, tipo Ernesto Cardenal. Maricas también son los Contemporáneos
de México…
–¡No –gritó Belano–, Gilberto Owen no!
–De
hecho –prosiguió imperturbable San Epifanio–, Muerte sin fin es junto
con la poesía de Paz, La Marsellesa de los nerviosísimos y sedentarios
poetas mexicanos maricas. Más nombres: Gelman, ninfo, Benedetti, marica,
Nicanor Parra, mariquita con algo de maricón, Westphalen, loca, Enrique
Lihn, mariquita, Girondo, mariposa, Rubén Bonifaz Nuño, bujarrón
amariposado, Sabines, bujarrón abujarronado, nuestro querido e intocable
Josemilio Pe, loca. Y volvamos a España, volvamos a los orígenes
–silbidos–: Góngora y Quevedo, maricas; San Juan de la Cruz y Fray Luis
de León, maricones. Los primeros piden hasta en sueños una verga de
treinta centímetros que los abra y fecunde, pero a la hora de la verdad
les cuesta Dios y ayuda encamarse con sus padrotes del alma. Los
maricones, en cambio, pareciera que vivan permanentemente con una estaca
removiéndoles las entrañas y cuando se miran en un espejo (acto que
aman y odian con toda su alma) descubren en sus propios ojos hundidos la
identidad del Chulo de la Muerte. El chulo, para maricones y maricas,
es la palabra que atraviesa ilesa los dominios de la nada (o del
silencio o de la otredad). Por lo demás, y con buena voluntad, nada
impide que maricas y maricones sean buenos amigos, se plagien con
finura, se critiquen o se alaben, se publiquen o se oculten mutuamente
en el furibundo y moribundo país de las letras.
–¿Y Cesárea Tinajero, es una poeta maricona o marica? –preguntó alguien. No reconocí la voz.
–Ah, Cesárea Tinajero es el horror –dijo San Epifanio.”
-Roberto Bolaño
Los detectives salvajes.
Ed. Anagrama
3 Interpretaciones, fantasías, idealizaciones:
Me parece de lo más estúpido y retrógrada tu blog. La cultura y la literatura no se miden por las preferencias sexuales de los escritores y poetas, sino por su talento y aportación. El que tú seas marica no quiere decir que todos los poetas tengan que serlo. Y ultimadamente, ¿quién eres tú para juzgarlos y clasificarlos de esa manera?
Pues a mí me encanta. Creo que es la pura verdad, aunque tengo mis dudas sobre Neruda y Alberti, les gustaban demasiado las mujeres, aunque nunca se sabe... Por los demás totalmente de acuerdo. Echo en falta a la mariquita más entrañable y bondadosa de todas: Federiquito (García Lorca) y por supuesto a todos los franceses pues el Francés es la lengua más maraquita de todas las que hayan existido. Respecto al comentario del 6 de Septiembre de 2013, sin "comentarios"; el pobre que lo hizo no se dio cuenta de que en el artículo no se habla de homosexualidad sino de la actitud y de la forma que los mencionados tuvieron de expresar su poesía y que es un extracto de un libro maravilloso, "Los Detectives Salvajes", obra de un maravilloso escritor Chileno afincado en Barcelona y desgraciadamente ya fallecido, Roberto Bolaño. Pero bueno, como se suele decir: la miel no está hecha para la boca del asno. Un saludo.
Este post es tan increiblemnete estupido, falto de cualquier fundamentacion y de bases tan irrelevantes y prejuiciosas que ni siquiera merece una critica fundamentada. Entonces Cortazar era bisexual, y Gabriel Garcia Marquez tambien porque escribio de todo.
Publicar un comentario