Pus y sangre

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Siento que las esperanzas se escapan de mi corazón igual que los males de la caja de Pandora, pero aquí no ha quedado nada mas que el vacío, provocador del fiero tedio. La náusea y el asco hacia esta vil existencia vuelven a apoderarse de mi, tanto camino y aún sigo entre el fango de la ciénaga de lo absurdo. No escucho el soplido del caracol del sentido, todo se encuentra injerto en el mas horroroso de los silencios. Y las espinas y punzantes piedras que hieren mis pies descalzos, empapados se encuentran de sangre. Y heme aquí arrodillado sobre la inmundicia hacia la luna nueva, clamando con los ojos deshechos en lágrimas, las mejillas arañadas y con unos andrajos que llamo vestiduras. La maldición cayó sobre mi, y ¡ay! ¿Cuánto tiempo más ha de durar? ¿Obtendrá este torpe Sísifo perdón de los dioses y dejará la condena de su roca? Y los sollozos ni siquiera retumban ya en los árboles huecos, ya no se conmueve la maleza, pero el corazón sufre, si que se sufre. La larga agonía se sigue perpetuando. ¡Cruel tormento! Tu inicio ya no recuerdo. ¿Y tú final? ¡Ay! ¡Tan lejos se ve! Me arrancaría los ojos como Edipo si con esto algún númen generoso me llevara a una dulce morada. ¡Que va! Viviría mil veces el purgatorio o el infierno con todos sus círculos dantescos. Porque allí se está seguro: hay una razón por la cual se está ahí. Y aquí solo hay la duda desgarradora, la angustia que lacera a cada paso que doy con la sangre escurriendo de mis talones. ¡Quiero el calor abrazador del desierto! Y no la frialdad que cala hasta los huesos en este destino. Las llagas revientan y su líquido pulula por toda mi piel, el dolor viene en oleadas a mi cuerpo y alma. Lastimosa vida: ¿cómo he de nombrarte para que tu elíxir no me sepa a salitre? El torbellino de la amargura se vislumbra en el horizonte ¿qué refugio podrá guardarme? La mujer de Lot sabía que si volteaba atrás, a las ruinas y a la destrucción, se convertiría en estatua de sal, pero yo ¿a dónde no he de voltear para no convertirme en sal si de todo no queda roca sobre roca? ¿Qué blasfemia he vociferado a cielo abierto para encontrarme aquí?


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Pus y sangre se diluyen sobre mi sudor, es mi herencia la oquedad del corazón. Pus y sangre se diluyen sobre mi sudor, ¿quién puede entonar mas triste canción? Pus y sangre se diluyen sobre mi sudor, ¿a qué dios encomendaré mi corazón? Pus y sangre se diluyen sobre mi sudor, ¿vendrá un mesías a ser mi salvación? Pus y sangre se diluyen sobre mi sudor, ¿de qué me ha servido mi razón? Pus y sangre se diluyen sobre mi sudor, es el ocaso y suicidio de mi corazón.








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Sueño que sueño

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Sueño que sueño

algo insoñable,

que tú con tu mirada

terminas con lo insoportable,

cual única hada

que con encanto poderoso,

destruye mis anocheceres

terminando con todo lo fatigoso,

abriendo nuevos amaneceres.

Y cuenta que cuenta lo incontable

de aquel niño con piel de nieve,

y de ternura inenarrable

que destierra lo más leve.

Aquellos labios rosas

que rozaron mi ser,

deslizándose cual hojas

del más sagrado hacer.



Imagen: http://www.republicajoven.org.ve/foticos/angel_caido_640px.jpg

Decadencia

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A lo lejos suenan las campanadas que indican que son las seis de la mañana, señal inequívoca de que tu noche en vela ha terminado. Has luchado ferozmente contra la almohada para poder obtener al príncipe Hypnos de tu lado, con vehemencia buscaste los brazos de Morfeo pero todo termino en la derrota de quien sufre la tortura de sus pensamientos como un cruel demonio en algún círculo del infierno dantesco. Se ha consolidado el imperio de lo efímero en tu vida y, bien lo sabes, es poco lo que puedes hacer ya. Asesinaste lo que había de divino en ti y terminaste convirtiéndote en todo lo vano y futil que siempre odiaste de este mundo terrenal. En el intento por ahogar la locura, tu locura, terminaste anegado en copas de tinto y de brandy que terminaron por eliminar la virginidad que le ofrecías a Dyonisos; dejaste de ser una báquide para convertirte en una cualquiera. Ya el templo de Apolo está cerrado para quienes ya no tienen la claridad. Ya las columnas que sostenían la mansión de tu existencia, demolidas están; tal fue tu intención: '¡que no quede piedra sobre piedra!' gritaste en otro momento. Y he aquí, oh ironía, que tu más grande anhelo se cumplió: liberarte de todo, que para que nada te una al mundo nada habrá de atarte, y te zafaste de todas las sogas. ¡Ay de ti! Ahora te lo preguntas con la claridad del suicida cuyas venas se desangran lentamente tras los feroces tajos con los que se ha envestido: '¿Por qué sigo aquí?'. Y la luz del alba hace su aparición, pero no llega la claridad. Si es cierto que, como dicen, una vida sin reflexión no vale la pena ser vivida, ¿no será igualmente cierto que una vida sin pasión tampoco vale la pena ser vivida? Las sábanas te estorban, es el calor de la existencia el que te atosiga y ya no hay agua en este desierto que cure la sed de sentido que padeces y te causa horribles dolores. Las heridas revientas pero ya no buscas curarlas, quieres que ese charco de sangre quede allí como prueba de tu lucha fatídica y fallida, y como moribundo que se aferra a ver por última vez el sol, recuerdas algunos versos de Amado Nervo:

Amaba y me decías: «analiza»,
y murió mi pasión; luchaba fiero
contigo por coraza, triza a triza,
el filo penetrante de tu acero.

Y caigo, bien lo ves, y ya no puedo
batallar sin amor, sin fe serena
que ilumine mi ruta, y tengo miedo...
¡Acógeme, por Dios! Levanta el dedo,
vestal, ¡que no me maten en la arena!



Imagen: Francis Bacon figure study II

Poema: Amado Nervo - Yo tuve un ideal

"El cinismo de la vida del mundo que sigue girando, es el puñal con el que el suicida perforará su corazón"

B. Rimbaud

Quiero amanecer con alguien...

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