Fenomenología de la desesperanza

Author: B. Rimbaud / Etiquetas:

La desesperanza comienza con un leve sacudimiento que revela un hueco interior que duele. Desconocemos que había (o pretendía haber) que no está y que molesta, provocando una picazón en el alma. Poco a poco los lagrimales comienzan a trabajar conforme reconocemos la causa de nuestra angustia: hay un corto en nuestra intencionalidad, deseamos algo, algo que no hemos podido obtener. Pero el asunto no es solamente eso, la desesperanza no exige un duelo cualquiera al no obtener el objeto deseado sino que exige, y esta es su nota esencial, un duelo espaciado a través de la vida de la persona que la padece. Un duelo por no poder tener cualquier cosa que remita a ese objeto, pues la sensación aparecerá siempre al faltar la cosa misma en la evidencia de cualquier accidente. Esto nos remite a una sensación de anhelar, desear compulsivamente de sentir una auténtica necesidad de tal o cual cosa, incluso llega un momento en el que la dignidad se apropia de nosotros y ya no pedimos, exigimos aquello que tanta falta nos hace. Fugaz instante, la realidad como balde de agua helada cae sobre nosotros y nos informa de una situación tan clara y distinta que no se puede dudar: hay una diferencia, una distancia ontológica insalvable entre nosotros y lo deseado, entre el anhelo y su satisfacente. Solo entonces viene la nota clave de la desesperanza: el ejercicio de la voluntad en negarse a sí misma, esto es: invalidando los deseos que brotan de ella, como las flores en el campo. Aparece la desgarradura del ser, al enfrentarse a una imposibilidad inherente de completarse, esto es: de realizarse. La cabeza se agacha, suman años de peso a la espalda del anémico de esperanza y poco faltaría para que se le confundiera con un cadáver. El sentir se vuelve amargo, el yo se descubre como algo que siente, pero para eso necesita sentir con un referente que no sea él, el sentir-se siempre ha estado allí, pero sabe ahora que no es una mónada, que necesita de los otros. La paradoja es que se da cuenta de ello justo cuando es conciente de que no alcanza ese objeto que forma parte de los otros o de lo otro, más propiamente. El ansia vital es truncada en su flujo operante, para quedarse nada más en el padeciente en quién ocurre una transmutación de sentimientos: la esperanza se torna en desesperanza, la alegría que parecía acercarnos al objeto en angustia que termina por separarnos de él. Si angustia, retomémosla pues parece vincularse con la desesperanza. La angustia se siente como un temblor, un escalofrío más o menos permanente en el cuerpo de la persona, un estado de fragilidad constante: un movimiento que parece no efectuarse pero que tiende, sin llegar a ello, a derrumbar al ente. También hay una incesante necesidad de negación de realidad, ya sea interna o externa, de la cual surgió dicho sentimiento; marca un desencanto matizado por una honda tristeza y un terror de que nuestros más profundos presentimientos se conviertan en realidad. Eso es común a toda angustia, pero a la angustia de la desesperanza habríamos de marcar que ya en ese instante nuestras sospechas se han hecho patentes: la separación de una realidad que duele, pero es un distanciamiento completo, por lo que se trata de una angustia con desesperanza, donde ambas ya no se distinguen y que llamamos desesperanza. Imposibilidad, desgarradura, temblor, fragmentación, incompletud, angustia, temor que se reflejan en un añorar, un estar-añorando, un siempre-estar-soñado donde el objeto siempre se idealiza, con la fantasía de que sea más nuestro, pero siempre se está conciente, no se abandona el saber que no es para nosotros, no hay cabida para las ilusiones, el “algún día”, “tal vez” no tienen sentido el “nunca” se inscribe como norma de acción. El hogar, que anteriormente era el mundo, se convierte en un claustro monadológico con jardines de efimeridad y un horizonte abierto de amargura, no hay más color que la desesperanza…







4 Interpretaciones, fantasías, idealizaciones:

Erranteazul dijo...

Ahhh...chida explicación. Hasta ahí.
Y la esperanza, no ha muerto o sí?

Siempre profundizando Rimbaud. Alguna ves sólo te dejarás llevar?

B. Rimbaud dijo...

La esperanza se suicidó...Esto es dejarme llevar...

Dídac Muciño dijo...

y ¿que pasa cuando la esperanza anhelada es encontrada en una realidad convertida en desesperanza?... ahi entra el suicidio a todo lo que se llama, vida.

Es una muerte lenta, es una posima venenosa, donde se cree que no hay cura, pero siempre hay luz en los lugares mas oscuros.

como siempre, haciendome pensar, me duele la cabeza jajaja XD

Saludos, felices vacaciones!!

Nube Viajera dijo...

Nadie se escapa de ella, algunas veces muere otras revive
solo simplemente es cuestion de sobrellevarla.

besos
Nube Viajera

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