Derrota

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Feroz guerrero: aquí me tienes postrado a tus pies con el cuerpo ensangrentado, sudoroso y sumido en el cansancio, con el fango embarrado a mi armadura.

La cota deshecha y la espada rota. Mi camino fue arduo, más no me justifico pues llegue y con toda el ansia de mi alma y el vigor de mi cuerpo me lance, fiero, a la lucha.

Ahora nada queda que no sea mi escudo, hasta las ganas de vivir me han abandonado. Solo nostalgia queda al ver tu armadura reluciente, con tus soberbias armas, todo presidido por tu rastro de finas facciones en una altiva pose.

¡Venga! Acepto mi derrota, que tu espada traspase mi escudo y en feroz acto arranque de mi corazón el divino aliento vital.

¿Para que renegar de mi destino? ¿Es pues la vida solamente una cadena irremediable de toma de decisiones? ¿Acaso no sería el absurdo de la contemplación de las ideas, émulas a las estrellas que contemplo, desde este cuerpo, cárcel del alma? ¿O bien fatal resignación a todo lo numénico?

¡No permitas que continúe esta agonía, este trago amargo! ¡Haz tu labor y cumplo con la carencia de sentido de esta vida!

¡Que el coro comience a desgarrarse las vestiduras y a echarse cenizas en las cabezas rapadas! Casi escucho sus lamentos…”ay ay ay”, cumplan con el duelo, no importa que el que se les va esté hinchado de levedad… venga tu espada, guerrero…

Fuego

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Las ansias de destrucción inundan mi ser y nublan mi, ya de por sí, oscura existencia. Que caiga un relámpago y empiece el incendio en mi topos uranos.

Que la duda corro a las ideas, que se han impuesto en nichos, émulos a ídolos, que he formado.

Vengan los soldados del realismo y con fieras hachas destruyan todo lo que hay de bello en este mundo glorioso, que arranquen de raíz toda ilusión que daba sentido a mi vida.

Degollen, ¡oh soldados fieros!, al rey gobernante de dicho mundo, pasen a espada todo habitante que se topen en su camino.

Destruyan todo, que no quede piedra sobre piedra. Blasfemen y escupan a los despojos.

Que el caos se convierta en la nueva esencia. Que todo sea vulgar, efímero y torvo realismo, no hay más que las cosas que se presentan.

Abran paso al nuevo rey, denle la bienvenida y únjanlo con los aceites de lo efímero, corónenlo con la absurdidad y canten el himno de la levedad…¡Una nueva época ha comenzado!

Un cuento

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Hubo alguna vez un niño que enfocó todas las potencialidades de su ser para imaginar y construir un castillo de cristal, de anchas murallas, exquisita puerta y altas torres, que brillara con la salida del sol, pero que en la noche, a la luz de la luna, semejara con su blancura un palacio hermoso que llamará a quien tanto esperaba para habitarlo juntos.

Con el pleno ejercicio de su volición lo fue edificando, pared por pared, columna por columna y todos aquellos ataviados arreglos que embellecían más aquella residencia. Un día, sin más, la termino.

El tiempo pasó, y quien debía de coronar con su presencia y alegrar la soledad, abriendo las flores del jardín, nunca llegó. El niño comenzó a entristecer, su corazón le dolía, hasta que dejo el castillo en el abandono y con lo poco que le quedaba, emprendió un viaje sin un rumbo fijo en búsqueda de aquella persona amada, que con anhelo necesitaba.

No obstante, temía por su castillo: le había costado el sudor de su frente y la sangre de su cuerpo. Pero tenía que arriesgar, además su llanto repetido por el eco de su castillo hacia su existencia fúnebre.

Vago errante por el mundo, mendigando el pan para comer y el agua para beber, todo lo había invertido en su castillo. En la travesía, dejó de ser, muchas cosas sucedían que le hacían dudar de sí mismo. Sucumbió a los errores y horrores de los humanos.

Cuando creía, por fin, encontrar quien reinara en su palacio, se alegraba tanto que derramaba lágrimas y le tomaba de la mano, con singular entusiasmo, para llevarlo a su palacio. Ellos no querían dejar su vida de envolturas y máscaras, les bastaba el hecho de recibir un halago.

Él lloraba y se deshacía en lamentos. Hasta que una noche, enfrentando todo peligro, decidió volver a su castillo y recluirse. No le importaba morir de frío, nada le importaba en verdad. Ya había probado los banquetes de la vida, y descubrió que para su paladar el sabor de éstos era igual al de un puñado de cenizas.

¿Qué más daba si quedaba en la desolación total? La existencia que llevaba no era capaz de proveerle satisfacción… Las rosas que antes veía con tanto entusiasmo abrirse, le causaban más dolor aún, pues sentía como si las espinas se le clavaran en la piel.

Emprendió el retorno y cuando llegó, grande fue su sorpresa al darse cuenta de que ya no había castillo: solo ruinas y algunas columnas, como guardianes de los escombros.

Rompió en lastimoso llanto, nada le quedaba, ni lo más preciado que había tenido en la vida…En vehemente arrebato, trato de tomar un cristal y poner fin a su tortuosa existencia, pero la cobardía lo detuvo.

Después de desgarrarse el rostro con lágrimas de sangre, tendió su cuerpo en las ruinas de donde se suponía que estaría el lugar en el cual entregaría su ser y su alma a quien habría de llegar, y se durmió esperando morir; esperando que un viento potente le arrancara el alma y la dispersara por el vasto y absurdo universo…

Otro día, otra esperanza

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Otra ilusión más que muere con la realidad, igual de importante y diferente como una ola que se estrella con un sólido peñasco. Pero tan dolorosa como una aguja clavada en mi cuerpo.

Después de ver fijamente tus ojos en los que creí encontrar la verdad, mi verdad, resulta que tu ser devino en falsedad. Tu rostro entero, que veía como un espejo de lo que la belleza debería de ser, logro esconderse bajo una máscara que considere como tu verdadera cara.

Los himnos que cantabas con tu dulce voz, no fueron otra cosa más que mentiras con las cuales envenenabas a mi mente aturdida por el perfume que inhalaba de tu piel.

Tus caricias, tan tiernas y lascivas a la vez, ya no producían el extraño temblor con que mi cuerpo responde al placer, pues ahora solo puedo sentir esas caricias como escupitajos lanzados con desprecio hacia mí.

Con el cuerpo hecho jirones y el alma mutada en un mar de amargo llanto, mi mente afirma, con éstas líneas, la vuelta a la levedad de este mundo. No hacen falta proposiciones lógicas, ni método deductivo inductivo, inútil es una fenomenología inclusive una ciencia, para saber que lo trascendente no está aquí.

El mundo no fue dotado con otra substancia que no fuera la asquerosa presencia del no ser; algún númen se divierte, sin duda, de todo mortal que con sus frágiles dedos, la punta del cielo pretende alcanzar.





Hoy me he reinventado (y no pongo hoy voy a cambiar por miedo a que suene a canción de la Dalessio), y es que tras el aburrimiento que hay en casa y negándome rotundamente a ver las fotos familiares de aquel añejo pasado, decidí publicar lo anterior en el blog y cambiarlo poquito. Acabada esa primer misión decidí entrar en el blogg de una amiga para ver que había publicado y de pasada comentar algo de lo suyo.

Cuando termine de poner un par de comentarios, me encontré con el tedio de nuevo, y entre observar fotos del bautizo del hijo de la tía, que dicen que es mi primo, abrí la puerta de una dimensión desconocida: le dí clic a la parte que decía siguiente blog y me puse a husmear, sin más, los blog, ajenos.

Sobra decir que esto lo considero como la culminación de mi ocio en estas vacaciones, pendientes los hay, ritos los hay, pero el estar sentado frene al monitor tiene algo de placer malsano.

He visto escritos en diversos idiomas, a veces me río, a veces me da ternura pero el ocioso que está presionando las teclas sigue igual de aburrido pensando en con quien podría echarse una cahuama y por puro ocio y/o tedio.

Algo de ti

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Vuelven las ansias de estar junto a ti, de repetir esa noche que poco tiene de haber pasado. Salir corriendo de casa, dejar los libros un momento y entregarnos, sin más, a lo que nos mandan nuestros instintos.

Mis labios recorriendo tu espalda desnuda, tan lisa como un mar en calma. Los dedos de mi mano palpando cada centímetro de tu dulce piel, una veces con tranquilidad y otras con violento frenesí.

Sentir como mi lengua recorre tu cuello, hasta llegar a las coyunturas de la oreja con él, con ese sabor que te es propio, hasta besarnos nuevamente.

Para entonces comenzar a sembrar las flores del amor por todo tu pecho y abdomen y continuar hasta donde tú me lo permitas…

Mi boca, cansada de satisfacer su incesante oralidad, volverá a tus labios; mientras mis manos, más llenas de tu cuerpo que del mío, ansiosas comenzarán a acariciar tu rostro.

Hasta que de nuevo nos encontremos juntos en un abrazo, luchando por romper nuestras cárceles de carne y hueso, y unir nuestras almas hasta forma una sola; mientras los cuerpos, aunque sea en vano intento, embonen en pretendida simulación, uno solo.

Después, dormir juntos con tu sabor en mi saliva, los brazos entrelazados. Negando así todo frío, toda soledad en consecuencia.

Por eso, ansias de ti, ansias de ser…ser lo que no se es, pero al fin y al cabo: ser.

Tres de abril, 2007, a un mes...

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Ilusiones que se azotan flagelando mi débil espalda, hiriéndola para hacer brotar los ríos de sangre sobre los tirones de carne y el montón de huesos que simulan un cuerpo humano.

Ansias de ser que prenden fuego a mis entrañas, con un calor asfixiante que amenaza con aniquilarme; burda realidad, que en pretendido engaño, apagar con gotas de agua, el incendio total pretende.

Nostalgia eterna, infinita, de lo que no se tiene y no se ha tenido, sal que se riega por las heridas de esta alma desgarrada por el paso infranqueable del tiempo.

Aliento vital que nunca llega, pulmones con una necesidad natural de recibir el oxígeno para sobrevivir; inhalaciones de un agonizante que se aferra a lo que le es más familiar, su asqueante vida.

Existencia efímera, ¿qué tienes para ofrecerme, sino dolor e ignominia? ¿Donde está esa tierra prometida de la que se me hablo? ¿Cómo encontrar el sendero para llegar a lo que tanto anhelo? ¿Cuánto tiempo he de esperar en la sombra del tiempo, mal llamada soledad?

Preguntas sin respuesta de un ser insatisfecho que basa su esencia en la oscilación entre el ser y la levedad; tonel vacío o tonel lleno, la sustancia que lo mantiene es siempre el absurdo que lo hace ser y estar allí…

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